lunes, 28 de noviembre de 2011

Errores y Divagaciones.





De: Laura Martínez Domínguez


El reloj marca un instante efímero, de aquellos que se viven una tarde, en un regreso, en el placer deliciosamente clandestino y prohibido; la mujer los escucha y simplemente evoca imágenes conocidas, el gato la encuentra en el diván anaranjado anotando algo en su diario.

Sin embargo, en la casa lo efímero es intrascendente dado que el gato ha arrastrado a Zenón y a algunos sofistas que dicen que solamente puede hablarse del ser. Del no ser no puede enunciarse nada. Por lo tanto, el error es imposible. La mujer no los entiende, las huellas de los instantes efímeros aun permanecen y por tanto los seres y los errores no encuentran cabida.

La araña despertó luego de aquellos instantes efímeros, recordando que debe buscar la salida del reloj, pero se distrae con la llegada de un Estagirita que dice que nos equivocamos en la posición de los términos. Pero también erramos en el juicio expresado sobre ellos. Ahora bien, como, según el Estagirita, nosotros vemos las cosas particulares por medio del conocimiento de lo general, el error es posible sin que nuestro error y nuestro conocimiento sean mutuamente contrarios, la mujer intenta entenderlo y no cometer errores.

De pronto, aparecen los escolásticos junto con un minuto que trata de no evocar a la furia ya inexistente, y dicen que el problema del error es examinado dentro de la cuestión de la certidumbre; en rigor, el error puede ser entendido únicamente cuando hemos puesto en claro las diferentes formas en que puede darse la verdad y, en particular, esta forma peculiar de hallar lo contrario a la verdad que es la decepción y la desilusión. Los escolásticos dicen por ello que el error se opone a la verdad. Si la verdad es coincidencia entre el juicio y la cosa juzgada, el error será la discrepancia entre ellos.

El gato entra a la sala y se da cuenta de que el televisor esta encendido, pero ha perdido el sonido, la mujer lo mira con terror, no debe de haber cosa más horrible que perder la voz y las palabras, pero llega Descartes quien al parecer merece, sin embargo, una atención especial a causa del carácter extremo a que llevó su tesis en parte anticipada por Juan Duns Escoto, quien no llegó y solo envió una nota, según la cual el error reside en el acto de la voluntad que se pronuncia sobre el juicio y no en el propio juicio. Ello se debe a que Descartes establece previamente una separación entre la aprehensión de ideas y "una cierta potencia de juzgar". Esta última es potencia de conocer o potencia de elegir (o libre albedrío). El error se debe a alguna imperfección en estas potencias. La mujer se pregunta si verdaderamente poseeremos una potencia de elegir o de conocer… el gato llega relamiéndose los bigotes, quizá encontró filosofía sin autor comestible.

En el minuto en que los instantes efímeros terminan aparecen Muchos autores que insisten en que no es legítimo confundir simplemente el error con la ignorancia, aun en el caso de que se suponga que el primero procede de la segunda. En efecto, mientras la ignorancia es una falta de conocimiento, el error supone previamente un conocimiento acerca del cual hay error. Con ello se admite que el error es, en cierto modo, algo positivo. Estos autores sin rostro, son definitivamente más claros que Descartes, por lo que la mujer les invita a comer fruta en trocitos en la mesa de la cocina, los autores aceptan, pero el reloj les marca un minuto que al parecer quiere contar la historia del futuro por lo que los autores se apresuran a abandonar la cocina lentamente.

El escarabajo se ha encontrado perdido dentro del bolsillo de Víctor Brochard quien ha indicado un "problema del error", que se desvanecería tan pronto como se supusiera que el error es simplemente una carencia. Al parecer la idea de la carencia en el error es recurrente, la mujer tendrá que analizarlo en el diván anaranjado, por lo que se dirige a él.


El diván anaranjado está siendo ocupado precisamente por el libro rosado quien le dice que en efecto, la existencia del error supone una cierta forma de relación con la realidad y, por consiguiente, envuelve todos los problemas clásicos acerca de la relación entre el ser y el no ser, paralelos a las cuestiones suscitadas acerca de la relación entre la verdad y el error. Brochard señala, por ejemplo, que dichos problemas han recibido tres soluciones y que de cada una de ellas depende la concepción que se tenga acerca del error. La primera solución —ya antes mencionada— es la que, con Parménides, Spinoza y otros autores, elimina el error al eliminar el no-ser: sólo la idea del ser, que es además la única existente, es verdad. La segunda solución es la que afirma que tanto el ser como él no ser son. Por lo tanto, habiendo una forma "atenuada" de ser que son los posibles, el error posee a su vez una cierta realidad: "un pensamiento falso —escribe Brochard— sería la aparición en el mundo actual de un fragmento de esos mundos posibles a los cuales la voluntad divina ha rehusado la existencia" El error sería en tal caso, como en Descartes y Leibniz —bien que de diferentes maneras—, una privación de inteligibilidad. Una tercera solución sostendría, en cambio, que no hay una verdad, sino que hay verdades. El error sería entonces algo real, que podría definirse como la representación de existencias inacabadas. Brochard estima, uniendo lo más plausible de las citadas tesis, que la existencia del error no es una privación de inteligibilidad, sino de voluntad. Pero, a su vez, el error no sería posible si no hubiese en un ser, el hombre, una unión de voluntad y entendimiento. Por eso se podría decir que "lo que hace posible el error en sí mismo es la unión en el mundo de la idea y de la voluntad". No habría error con la sola inteligencia y sin la voluntad. Y por ello "el principio metafísico del error es la libertad.

La mujer baja al libro rosado y se repantiga en el diván anaranjado, piensa en el error, y al mismo tiempo en el ser que no puede existir lejos de sí mismo, en la carencia de juicio o de conocimiento, en la ignorancia que no es error si no solo falta de conocimiento, pero que existe un abismo, y de pronto su profesión aprendida de memoria le dice que error también puede significar un vicio del consentimiento, dado que es una dirección de la voluntad contraria al evento.

El gato empuja al libro rosado mientras este dice que el error sólo se da en la esfera de las proposiciones y de los juicios; el engaño sólo se da en la esfera de las percepciones.
La araña deja de buscar la salida y se declara encerrada en esta libertad poblada de segunderos, el escarabajo se da cuenta de que hoy es siempre, en tanto el reloj marca una vez más la historia del futuro, por lo que el gato se apresura despacio a comer filosofía sin autor… la mujer encuentra la palabra oxímoron y con ella el recuerdo del personaje de las partículas elementales, mientras juega con el personaje aquel salido de sus sueños…

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