lunes, 30 de mayo de 2011

Males y Divagaciones




De: Laura Martínez Domínguez

La mujer se sienta en el diván observa al reloj y se da cuenta de que está suspendido, hace más de media hora que la manecilla grande esta sobre el numero 8, la araña piensa que quizá se ha perdido en el infinito que puede durar un minuto.

El gato salta al diván anaranjado, la mujer se sorprende de que no traiga nada colgando, por lo que, no sin cierto temor, toma el libro rosado y encuentra una palabra compuesta de tres letras: Mal; la mujer piensa que es una palabra complicada y francamente ambigua; el libro rosado le responde que el mal es una falta completa de realidad, es pura y simplemente el no ser.

La mujer no se encuentra del todo convencida, la ambigüedad sigue teniendo sentido por lo que el libro rosado le dice que es una apariencia, una ilusión, un velo que impide la visión del bien, identificado con el ser. El reloj marca un minuto que podría sonar lleno de maldad de no ser porque en realidad aun no están del todo seguros de lo que es el mal, por lo que simplemente el reloj vuelve a marcar un minuto más…

El escarabajo ha abandonado el refrigerador, ahora sus ocho patas se posan sobre la puerta del microondas, opina que el sonido que éste emite es alucinante.

El gato ha desaparecido. Por lo que Plotino puede aparecer sin temor a ser devorado, sabe de la fascinación del gato por los neoplatónicos en cubitos, por lo que tranquilamente afirma que el mal es al bien como la falta de medida a la medida, como lo ilimitado al límite, como lo informe a la causa formal, como el ser eternamente deficiente al ser que se basta a sí mismo; es siempre indeterminado, inestable, completamente pasivo, jamás satisfecho, pobreza completa… la mujer piensa en esta última frase y en las infinitas posibilidades en ser el mal en sí mismo, aunque no seamos precisamente malvados, sino simplemente completamente pobres…

Aparece Hegel, y considera al mal como la negatividad positiva. Todos lo miran con la dosis de desconfianza prudente, dado que cuando empiezan a entender algo, llega él y todo se complica de nuevo… aparece el gato, viene de descubrir que en el patio trasero los pájaros del árbol de naranjo están en la hora del té y hablan acaloradamente.

La mujer regresa al diván anaranjado y la araña observa que Platón busca galletas en la alacena mientras afirma que el mal no puede existir en la realidad pura, sino únicamente cuando hay alguna mezcla, se une a la búsqueda San Agustín afirmando que el mal es concebido como un alejamiento de Dios causado por una voluntad de independencia respecto a la Persona divina; como lo definió luego, siguiendo la misma tradición; ninguno de los dos ha logrado encontrar nada en esa alacena por lo que San Buenaventura diciendo que el mal (el pecado) es el hecho de que el hombre hiciera algo a causa de sí y no a causa de Dios, decide ayudarles.

La mujer los encuentra comiendo las frituras transgénicas que compró hace meses, al parecer no lograron encontrar las galletas que requerían. El gato también entra a la cocina y la mujer sirve en su tazón Megáricos, el gato pregunta de donde salieron y la mujer responde que de una reserva olvidada o mejor dicho recordada en momentos como este.

La mujer se sienta de nuevo en el diván y se pregunta él porque de que el mal exista Max Scheler le contesta que el mal existe porque hay totalidades no compuestas de sumas, sino de miembros, porque hay funciones orgánicas entendiendo esta expresión en sentido que trasciende de lo biológico. La araña piensa que la respuesta aun no es clara.

La mujer sigue la línea de su pensamiento y busca al libro rosado quien le dice que el origen del mal procede últimamente de Dios o de la Causa primera. El reloj marca un minuto repleto de dudas… El mal tiene su origen en el hombre o en ciertas de sus actividades… la araña piensa en si hará mal al tratar de escapar de un reloj voluntarioso… El mal es consecuencia del azar… lo que hace pensar a la mujer en fresas, en días de suerte, en sortilegios, en aquello que uno no inventa sino que solo se tropieza con ellos… De la Naturaleza, de la materia o de otras fuentes.

La mujer no está del todo convencida de que es el Mal, encontró la palabra, pero no se enredó en sus cabellos, además al parecer está demasiado ligada al bien y difícil distinguir una de la otra… el escarabajo regresó al refrigerador, le agradó mas convivir epistemológicamente con la mujer milenaria, la araña se instala en el numero 5 y encuentra un pequeño abanico perteneciente a un himenóptero que al pasar por el reloj lo olvidó… el gato salta al diván, los Megáricos nunca logran satisfacerle… el reloj marca un minuto poblado de hastió por lo que la mujer abandona el diván anaranjado y sale al encuentro del personaje de las partículas elementales.

martes, 24 de mayo de 2011

Irónicas Divagaciones




De: Laura Martínez Domínguez


La mujer se sienta en el diván, aun conserva el sabor de la huida obligada, la del pasado que no termina por serlo, la de siempre y que al parecer ya se hizo costumbre… el reloj le marca un minuto disimulado, la ironía aparece de pronto y sin aviso.

La araña se descuelga del numero 7, despertó con la certeza de que la vida se ha burlado de ella todo este tiempo, por un momento pensó que la resignación tomaba sentido y resulta que aun sueña con escapar del reloj…

La mujer encuentra al libro rosado y este le dice que el verbo griego ironía significa "disimular" y especialmente "disimular que se sabe algo", es decir, "fingir que se ignora algo". La mujer toma al concepto y lo eleva a la calidad de mantra, a la frase que desea que rija su vida… un eterno disimulo de lo que sabe para pasar por la vida ignorándolo todo.

Aparece Sócrates empleando el "método" —o más bien el "recurso"— de fingir que no sabe lo bastante acerca de cualquier asunto; y por tanto el contrincante tiene entonces que manifestar su opinión, que Sócrates procede a triturar. Con esta ficción de ignorancia Sócrates consigue que su contrincante se dé cuenta de su propia ignorancia. Así, el que pretende no saber, sabe; y el que pretende saber, no sabe.

El gato observa el espectáculo, Sócrates nunca había aparecido y sin embargo, tampoco tiene ganas de atusarlo, sino de observarle detenidamente hasta saber si es real. Aristóteles interrumpe su observación definiendo a la ironía como "simulación" más bien que como disimulo.

Al parecer Santo Tomás venia siguiendo a Aristóteles dado que indica que la ironía es una vanidad sutil —contrapuesta a la vanidad "abierta" del jactancioso—; además, la ironía es un modo de eludir la propia responsabilidad con una especie de falso menosprecio.

El reloj marca un minuto pasado, de esos de los que aun remuerden la conciencia aun y cuando se piense que la tiene uno perdida, por lo que la mujer lo escucha con franca desesperación, esperando que el siguiente sea por lo menos sarcásticamente exacto. El escarabajo ha dejado la cortina, sus ocho patas emigraron a uno de los muebles e la cocina, específicamente al refrigerador, le ha tomado gusto a confundirse con los imanes adheridos.

Por la puerta de la cocina entra Schlegel, quien los elementos en "tensión" son, en último término, el resultado de un constante "juego" del Yo libre. La ironía juega con todo y no se entrega definitivamente a nada. La mujer lo escucha y piensa que la ironía es algo así como tirar los dados sabiendo sobre qué lado caerán. Schlegel se sienta y acepta tomar la taza de café que la mujer le ofrece… al poco tiempo deben abrirle a Kierkegaard quien coloca a la ironía en el estadio estético, considerando a la ironía como duda y aceptación de la duda, a diferencia del "humor", que es ya aceptación de una certeza.

Entra Bergson, al parecer escapando del gato, diciendo que la ironía surge cuando se anuncia simplemente lo que debiera ser, fingiendo que es así en realidad. Dice esto en un suspiro, tratando de no ser atrapado por un gato que se acerca peligrosamente a la cocina.

El gato entra a la cocina, al parecer buscándolo, pero la mujer lo soborna con un tazón lleno de presocráticos en bolitas, lo cual hace que el gato olvide al filósofo y se sumerja en el deleite de la comida circular.

Aparece Eugenio d'Ors, se sienta a la mesa, rechaza la taza de café que le ofrecen y dice que la ironía se caracteriza por no despreciar las fórmulas, pero a la vez por no aceptar la superstición de las fórmulas. Seguido de él llega Gustavo Pittaluga, diciendo que la ironía es un impulso.

El café se termina justo cuando Jankélévitch aparece quien ha analizado la ironía como "forma de vida", contrastándola con otras por ejemplo, con el cinismo. Por lo que la mujer los despide de su cocina, pidiéndoles tener cuidado con el escarabajo, quien está decidido a no abandonar el refrigerador.

La mujer regresa al diván anaranjado y escucha al libro rosado le dice que la ironía puede ser descrita como una "actitud", de tipo semejante en su forma, aunque distinta en su contenido, de otras actitudes tales como la cínica, la fanática, además la característica general de la ironía es la función que tiene de llenar algún "vacío" en la vida humana, por lo cual la ironía sobreviene especialmente cuando se produce una crisis sea individual, sea colectiva.

El gato salta al diván relamiéndose los bigotes, las comidas circulares son sus favoritas, la araña ha decido solemnemente no hundirse en tristezas innecesarias y una vez más emprende la búsqueda de la salida del reloj, el escarabajo ha ignorado al atardecer permaneciendo cual imán epistemológico en el refrigerador, el reloj marca un minuto carente de ironía y de sentido y la mujer abandona el diván anaranjado en busca de dosis de ironía para cuando las crisis osen aparecer una mañana cualquiera.

jueves, 19 de mayo de 2011

Históricas Divagaciones



De: Laura Martínez Domínguez

La mujer llega luego de haber escapado a la ciudad, se instala en el diván después de haber sido participe del fenómeno de reinventarse mientras charla con un extraño.

El libro rosado ha aparecido y en compensación por haber quedado atrapado en una pequeña caja sin abertura, le regala a la mujer la palabra historia; la mujer toma la palabra y en seguida se le adhiere a la piel, sin embargo, hace caso omiso del hecho y vuelve al libro rosado.

El reloj marca un minuto inexacto y burlón y el libro rosado le dice que el término griego  significa conocimiento adquirido mediante investigación, información adquirida mediante busca. La mujer queda prendada del término, la palabra adherida a su piel es el producto de la eterna búsqueda.

El gato salta al diván con Francis Bacón enredado en la cola, dado que concebía la historia como conocimiento de objetos determinados por el espacio y el tiempo. La mujer lo desenreda y acaricia al gato, mientras llega una nota que afirma que en la llamada "filosofía de la historia" se trata tanto de la realidad histórica como de las disciplinas históricas, siendo a veces difícil distinguir entre una y otra. Nadie entiende la nota y solo escuchan un minuto más marcado por un reloj que al parecer ha amanecido de un humor acido, dado que los minutos son marcados con sorna.

En uno de esos minutos aparece Ortega y Gasset quien dice que el hombre no tiene propiamente naturaleza, sino historia, el sonido del reloj es abrumador, por lo que todos dudan del tono neutral del filósofo.

El escarabajo ha cambiado de residencia, trasladando sus ocho patas a un costado de la cortina de la sala, le gusta la vista, el que la mujer viva en un tercer piso es un fenómeno abordado desde más de un ángulo.

La araña salta al número cinco pensando en su propia historia, preguntándose si podrá cambiarla, el reloj le marca un segundo particularmente acido, por lo que la araña tropieza además de con la sombrilla aquella olvidada por un lepidóptero, con Troeltsch y Mannheim, quienes afirman que todo modo no histórico de considerar el hombre es una simplificación racionalista. La conducta humana es explicable sólo a través del desarrollo histórico concreto.

La mujer continúa en el diván observando los pequeños dramas del reloj y la araña; pero al escucharse un minuto más aparece Heidegger, quien desde la traición le dice que hay un elemento de historicidad en el Dasein, el cual está arraigado en la temporalidad. Hay algo del Dasein que siempre entra en conflicto con el pequeño ente que suele ser la mujer, quizá sean los hechos recientes, no pretende hurgar en su historia, por lo que sin escuchar excusas despide a Heidegger, quien sale de la habitación arrastrando a las ardillas sordas.
El gato al verlos corre a su encuentro pero se le enredan Dilthey y Mannheim que afirman que hay dos lados del globus intellectualis: las ciencias de la Naturaleza y las ciencias del espíritu. Todos los habitantes de la casa se preguntan por la relación, al no obtener respuesta el reloj marca un minuto irónico contenido quizá en un multiverso mayor.

Mientras en la sala comiendo panqué de frutas están Windelband, Rickert y Cassirer quienes consideraban que los juicios históricos están relacionados con juicios de valor, de modo que fundan el conocimiento histórico en una axiología y en particular en una axiología objetivista.

La mujer mira por la ventana y Collingwood, apoyado con una enorme cartulina, dice expresamente que la historia es la reactualización del pasado. La mujer encantada con la frase, recuerda a Julio Cortázar diciendo que el pasado nunca es pasado.

La mujer no tiene tiempo dar vueltas a la frase, dado que al parecer C. G. Hempel, P. Gardiner, y K. R. Popper, han sido atraídos por la idea del panqué de frutas y ahora toman asiento en la sala diciendo que los acontecimientos históricos son explicables por medio de leyes generales; mejor dicho, los acontecimientos históricos deben deducirse en principio de leyes generales.

El gato se pregunta porque él nunca come lo mismo que los filósofos, su historia llega a ser injusta, el reloj se burla de él dándole una hora que sabe a sarcasmo y la mujer le explica que el panqué no es bueno para los gatos… el gato salta al diván, y al hacerlo se sienta sobre Scheler, quien tras ser salvado de la asfixia, dice que la historia se explica como conjunción de factores reales y determinaciones ideales. Los primeros poseen la fuerza; las segundas imprimen la dirección. El gato se pregunta de dónde vendrá la idea de que el panqué no es bueno para los gatos… nadie posee la respuesta.

En la cocina mientras tanto, Polibio afirma que la historia es una "marcha" hacia la unificación del mundo bajo el poder romano. La mujer y el gato observan como miles de pequeños romanos toman por asalto el piso de la cocina y la mujer podría jurar que el del fondo es Calígula. Como no hay modo de averiguarlo, le abre la puerta a San Agustín para quien la historia es la historia del modo como las "dos ciudades" están mezcladas en la tierra.

De pronto el reloj olvida a los minutos y empieza a marcar concepciones pesimistas y decadentistas y la araña encuentra a Rousseau, Ludwig Klages y a Theodor Lessing, instalados en los números, charlando como si estuviesen en la sala.

El reloj ríe y sin aviso alguno regresa a los minutos jocosos, a las horas viciosas de tantas caricias, a los minutos sórdidos, al tiempo suspendido… la mujer regresa al diván, piensa en su propia historia, en esos hechos concatenados que la han llevado hasta este preciso momento; la araña despide a los filósofos con la ayuda de la manecilla grande, el escarabajo ha volado aun y cuando el atardecer ha dejado de existir hace algunas horas… la mujer abandona el diván, toma sus cosas y sale al encuentro de esa ciudad que siempre le regala un suceso Ionesco, que después será historia.

sábado, 14 de mayo de 2011

Deberes y Divagaciones




De: Laura Martínez Domínguez

La mujer busca al libro rosado, desde hace días no aparece; no logra encontrarlo, quizá esta agazapado en algún rincón de la casa sin la menor intención de salir y mucho menos de hablar.

El reloj marca un minuto que más que ambiguo denota un tanto de enfado, la araña se pregunta que podría haberlo hecho enfadar, el reloj a modo de respuesta anuncia el siguiente minuto que suena a deber, a tener que marcar una y otra vez el mismo minuto, la misma hora…

La mujer se da por vencida, el libro rosado a pesar de haber prometido no huir de nuevo, no aparece y en su lugar ha dejo al libro aquel de pastas duramente azules… la mujer escucha a lo lejos la últimas notas de una canción de noches perdidas… “los fugitivos del deber…”, piensa en la frase, y por tanto en la palabra deber, se la enreda en los cabellos y la curiosidad de saber qué significa, de pronto toma dimensiones colosales.

El libro aquel de pastas duramente azules le dice que proviene del latín debere, a su vez de habere y de tener que… la mujer se instala en el diván y resume que deber no indica necesidad, sino obligación, dado que un acto debido es un acto tenido por obligatorio: un acto que se debe hacer… la mujer escucha al reloj refunfuñando por el siguiente minuto que debe marcar.

Al gato se le han enredado, con túnica y sandalias, aquellos romanos que aludían con debere al hecho de encontrarse bajo la obligación de pagar o de hacer algo, designan una obligación surgida ex contractu o ex delito que es perseguible judicialmente.

La mujer se ríe al ver al gato tratando de desenredarse a los romanos, los cuales al parecer gustan del pelaje del gato porque para ellos el debitum es un vínculo, un estado de sujeción de una persona a otra… el gato hace caso omiso de las palabras de los romanos y corre al jardín, a los romanos no les queda mas remedio que desenredarse y desaparecer silenciosamente.

Al minuto debido siguiente aparecen una serie de juristas para quienes por deber jurídico entienden el comportamiento requerido por el derecho, la conducta obligada de conformidad con una norma de un orden jurídico histórico.

La mujer, aun instalada en el diván, observa marcharse a los juristas. Decide ir a la cocina, donde por cierto encuentra a H.L.A Hart preparando leche con chocolate y le dice que la característica mas general y relevante del derecho en todo tiempo y lugar es que su presencia indica que cierta conducta humana deja de ser optativa, convirtiéndose así, en obligatoria… cuando la mujer se esta preguntando dónde habrá encontrado el chocolate que mezcla en los enormes vasos de leche, entra J. Bentham quien además de pedir su respectivo vaso, afirma que es mediante la imposición de deberes, el derecho limita o restringe las posibilidades del comportamiento humano: sin deberes el derecho seria inconcebible.

Entra el gato a la cocina y se pregunta porque todos toman leche con chocolate si su tazón esta vacío… la mujer lo llena con un poco de filosofía del derecho encontrada de casualidad en una tienda de comestibles que se debate entre cerrar y permanecer abierta.

Mientras los juristas toman leche con chocolate, la araña escucha que Kelsen entra por la puerta de la cocina diciendo que el deber jurídico es la conducta opuesta a la conducta que funciona como condición de una sanción… la araña no entiende a Kelsen y salta al numero 8, pero inmediatamente después lo abandona, recuerda que el infinito ha sido discutido hasta el hastío y al menos por hoy prefiere evitarlo.

El gato termina con la filosofía del derecho y la mujer se percata que en la caja vienen incluidos L. Petraszycki y E. García Maynes quienes sostienen que los deberes son debidos a otra persona, la cual normalmente se encuentra en posibilidad de exigirlos… la mujer piensa nuevamente en aquellos fugitivos del deber a los que no les queda mas amor que el que han perdido…

En la sala, el escarabajo vuela lentamente y se posa sobre la frente de N. MacCormic quien junto con R. Tamayo dice que muchas de las funciones de los derechos son obscurecidas cuando estos son explicados desde esta limitada perspectiva… el escarabajo vuelve a la mesita junto al diván y se pregunta si debe volar antes del atardecer, la araña le dice que la pregunta esta demás, si es deber, nada gana con preguntarlo.

El reloj ha suspendido al tiempo, arguyendo que solo a él le compete esto de los minutos y segundos marcados y J. Austin lo riñe al decirle que por otro lado se ha mostrado que existen ciertos deberes absolutos respecto de los cuales no existe ningún derecho correlativo, tales como aquellos debidos a personas indefinidas o debidos a la comunidad… la araña ríe… resulta que el tiempo es un deber absoluto; el reloj suspende el tiempo…

Radbruch se dirige a la cocina donde le avisan que deberá tomar otra cosa porque la leche con chocolate se ha agotado y este les contesta que el deber implica una deuda o prestación de conducta debida a alguien… Kelsen interviene de nuevo y dice que el deber de la copula normativa indica simplemente la relación especifica que existe entre el supuesto la consecuencia y que esta ultima esta expresamente autorizada por el orden jurídico… todos observan a Kelsen, saben que una vez mas esta yendo mas allá de lo humanamente entendible.

El reloj continua en su protesta, los minutos han dejado de ser marcados… la mujer despide a los juristas prometiendo tener para su próxima visita, mas leche con chocolate, el escarabajo ha dejado las preguntas por el deber y sencillamente emprende el vuelo antes del atardecer, la araña al ver que las manecillas no se mueven, decide recostarse en la manecilla chica esperando que las horas se le escurran por entre las patitas, el gato encuentra al ultimo romano pegado en una de sus patas… la mujer aun oye las notas aquellas de las noches perdidas, se instala en el diván y su mente divaga pensando en aquellos fugitivos del deber…

viernes, 6 de mayo de 2011

Entendimiento y Divagaciones.



De: Laura Martínez Domínguez

El gato despierta y encuentra a varios filósofos modernos sentados sobre su cola, los observa un momento y descubre que en realidad no los conoce, sin embargo, al parecer es común entre ellos usar entendimiento o los vocablos pertinentes en los diversos idiomas para designar la entera facultad o potencia intelectual. El gato ciertamente no logra entenderlos, por lo que se levanta y se sacude la cola con la intención de que estos reboten graciosamente.

La mujer los escucha desde su cama, se resiste a dejarla, pero el reloj le marca un minuto más para que su retraso se vuelva abrumador, intenta hacer caso omiso, pero Spinoza, entra a su habitación diciendo que el entendimiento es equivalente a la "facultad de conocimiento" en sus diversos grados. La mujer se rinde, algo está pasando en su casa; tanto que el gato se encuentra encaramado en el diván, y el escarabajo esta balanceándose en la orilla de la mesa.

El reloj marca un minuto que podría ser inentendible, hasta que Locke dice que el entendimiento es lo que coloca al hombre por encima del resto de las cosas sensibles. El entendimiento es como el ojo, el cual al tiempo que nos permite ver y percibir todas las otras cosas, no repara en sí mismo, requiriendo arte y penas colocarlo a cierta distancia y convertirlo en su propio objeto.

La mujer encuentra la palabra entendimiento, y empieza a comprender el porqué de la visita matutina de los filósofos, lo que no entiende es exactamente aquello que ha encontrado y que ahora está condenada a buscar una respuesta hasta lograrlo.

Llega Berkeley e indica explícitamente que el entendimiento no es diferente de las percepciones particulares o ideas, afirma también que, el entendimiento y la voluntad quedan incluidos en el espíritu, por el cual entiende todo lo que es activo; así el entendimiento es, pues, en último término, algo espiritual.

El reloj marca el segundo más ruidoso del día, despertando con ello a la araña, quien salta al segundero tratando de no maldecirlo, el reloj ríe y mueve con violencia la manecilla, haciendo que la araña resbale hasta el numero 7, de donde observa que Hume afirma que el entendimiento es el modo de ser del hombre como sujeto que conoce o, si se quiere, como cognoscente.

La mujer deja a la araña y el reloj con sus tragedias acostumbradas y se dirige al diván, en donde encuentra a Leibniz quien en una afanosa tarea, distingue entre sensibilidad y entendimiento, pero esta diferencia no es esencial, sino gradual. En efecto, conocer equivale a tener representaciones, las cuales pueden ser menos claras sensibilidad o más claras entendimiento propiamente dicho, o intelecto. La sensibilidad se halla subordinada al entendimiento, en el cual las representaciones alcanzan el grado apetecible de claridad y distinción. El entendimiento ejerce aquí una función parecida a la de la "razón" cartesiana.

La mujer siente que el entendimiento empieza a tener sentido, aun y cuando haya cosas que aun no logre entender, como el hecho de que un contrato firmado por 99 años sea rescindido al año siguiente, ese tipo de cosas la hacen dudar de si en verdad sea ese ser cognoscente del que habla Hume… llega el gato y con él Kant quien se opone a la idea leibniziana de que la sensibilidad es una forma inferior del entendimiento, y proclama una distinción fundamental entre la una y la otra,por lo que el entendimiento pone en relación las intuiciones y lleva a cabo las síntesis sin las cuales no puede haber enunciados necesarios y universales. Así, el entendimiento constituye el conocimiento ordenando y dando forma a las intuiciones sensibles. A la vez que estructura positivamente el conocimiento o, mejor, su posibilidad, lo estructura negativamente, pues establece los límites más allá de los cuales no pueden irse.

La mujer deja a Kant y se da cuenta de que en la cocina se han congregado una serie de filósofos, con la finalidad de consensuar si la distinción Kantiana es aceptada o no, por lo que autores como Jacobi, Fichte, Schelling y Hegel, toman asiento con sendas tazas de té, haciendo una cordial invitación a la mujer a acompañarlos… lo cierto es que luego de un rato fue vuelta del revés dado que se consideró que si sucedía lo que Kant proponía era porque el entendimiento era una facultad inferior, que no puede compararse en poder y majestad con la razón.

La mujer toma asiento con la extrañeza de quien es invitada a una taza de té en su propia cocina y escucha como Jacobi proclama este poder de la razón como "razón intuitiva" con gran vigor y en todos los tonos, lo que motiva una reacción adversa de Kant, quien aun estaba presente, contra el cierto tono distinguido que se nota hoy en la filosofía… Kant empieza a protestar, sin embargo, pesan poco; porque Jacobi indicó una y otra vez que el entendimiento no debe subordinarse a la razón y que ésta es soberana.

Interviene Fichte y dice que lo que hay es, ante todo, la libertad. Pero Kant la considera a ésta dentro del terreno de la moralidad, en tanto que Fichte, dando pequeños sorbos a su té, hace de la libertad el Absoluto metafísico que solamente la Razón y no el entendimiento podía aprehender.

Hegel también interviene y concibe el entendimiento como la razón abstracta, a diferencia de la razón concreta, única que puede ser llamada propiamente razón… Kant no está seguro de entender que es lo que hace en una cocina tratando de convencer a un puñado de filósofos lo que es el entendimiento, por lo que sale de la misma, ajustando al reloj para que dé la hora exacta.

La mujer regresa al diván, el entendimiento la ha dejado un tanto exhausta, quizá sea porque en algunas ocasiones siente más de lo que entiende, entonces ahora que es la razón quien debe imperar, se sorprende a si misma tratando de comprender algo que en realidad debería de entender… el gato se sienta con ella en el diván, se relame los bigotes y la mujer se pregunta qué será lo que habrá encontrado y ahora son solo migajas… la araña ha saltado al número 12 cargando una sombrillita que al parecer un lepidóptero olvidó dentro del reloj… el escarabajo ha dejado de balancearse, pero por alguna razón se niega a volar aun y cuando es antes del atardecer... el reloj entristece y el tiempo queda suspendido.

martes, 3 de mayo de 2011

Divagaciones Infinitas.




De: Laura Martínez Domínguez.

La mujer observa que la manecilla grande del reloj se encuentra en el número 8, la araña se percata de lo mismo, por lo que decide sumergirse en ese infinito numérico… la mujer acaricia al gato mientras piensa en el infinito.

Busca al libro rosado y éste le dice que el infinito es algo indefinido, por carecer de fin, límite o término. La mujer encuentra a la definición algo redundante, por lo que sigue buscando y descubre que el infinito no es ni definido ni indefinido, porque con respecto a él carece de sentido toda referencia a un fin, límite o término, las definiciones siguen apareciendo: el infinito es algo negativo e incompleto, el infinito es algo positivo y completo; el infinito es algo meramente potencial: está siendo, pero no es; el infinito es algo actual y enteramente dado, la mujer las observa tratando de entender y recordar porqué el infinito llamó su atención.

No tiene tiempo de hacerlo dado que en ese momento el reloj marca un minuto carente de infinidad y aparecen los griegos quienes rechazan el infinito o inclusive manifiestan horror hacia el infinito, en gran parte por considerar que la razón era impotente para entenderlo. La mujer está a punto de unirse a tal manifestación pero llega Rodolfo Mondolfo el cual ha escrito que la mente griega posee una poliedricita esencial y que es inadmisible la leyenda de una refractariedad del genio helénico para la comprensión del infinito… el gato se confunde, y al parecer los griegos también, porque abandonan la habitación.

La araña continúa en el número 8 y aparece Spengler, el cual opone la tendencia griega y apolínea hacia lo limitado y lo formado, a la tendencia apasionada, fáustica, hacia el infinito, característica de la cultura que dicho autor llama precisamente "fáustica". La mujer busca fáustica y encuentra a Fausto inmerso en ella.

El gato salta del diván porque descubre que debajo de él esta Heinz Heimsoeth quien sostiene que para el pensamiento y el sentimiento de la antigüedad, lo finito posee un valor superior a lo infinito, el gato no lo conocía pero lo encuentra particularmente divertido, el filósofo trata de escapar, pero el gato le ha puesto una patita encima.

En ese mismo instante aparecen los pitagóricos quienes incluían "lo finito" en la serie de la "tabla de oposiciones" en la cual se hallan la luz, lo masculino, etc., y lo "infinito" en la serie de dicha tabla donde se hallan la oscuridad, lo femenino, la mujer le indica al gato que ellos merecen ser atusados, dada la irreverencia.

Tocan a la puerta y aparece Anaximandro diciendo que su idea del apeirón entra dentro de la noción de lo infinito en un sentido amplio, pero también aquí parece tratarse de algo que carece de determinación, por lo que el apeirón es lo indeterminado más bien que lo infinito, esto hace que la mujer recuerde al personaje de las partículas elementales… Demócrito interrumpe sus recuerdos y le dice que puesto que no hay en principio un número determinado de átomos, puede decirse que los átomos son infinitos en número, y también es "infinito" el vacío en el cual se hallan los átomos.
De pronto el gato trae a Parménides sobre su lomo y la discusión sobre el ser se hace obvia porque tratan de determinar si es finito o infinito, pero Parménides lo compara con una esfera bien redondeada y así parece que se trata de algo finito, a menos que sea algo que, por ser perfecto, es a la vez infinito por no tener fin y cerrado. El gato lo hace bajar y lo deja marchar sin siquiera intentar atusarlo.

El escarabajo hoy no ha querido volar, esta con las ocho patas al aire agitándolas infinitamente hasta que aparece Platón con la noción de infinitud al tratar conceptos como la unidad o "lo uno", no "lo uno" de cosas tales como "un hombre" o "un buey", sino "lo uno como lo uno" del "hombre uno", del "buey uno", etc. La mujer no sabe cómo entender las palabras de Platón por lo que regresa al diván preguntándose porque le interesa el infinito.

Encuentra a Aristóteles sobre el diván y éste le dice que ha sido frecuentemente citado en los comienzos de la época moderna como el filósofo que abogó por un universo "cerrado" y "limitado" a diferencia del universo "abierto" e "ilimitado" (en rigor, infinito) de muchos autores modernos, la mujer no sabe si su comentario es de queja infinita o simplemente información limitada.

La araña se aburre de pasar horas infinitas en un numero, por lo que deambula por el reloj y así logra oír que los estoicos se opusieron a la idea aristotélica de un universo finito, y concibieron el cosmos como realidad existente dentro de un vacío que se extiende por doquier al infinito, la araña pasa de las horas aburridas a los minutos vacíos, lo que le da una idea maravillosa al reloj, quien empieza a marcar segundos finitos, vacios y reales.

Al tercer segundo finito aparece Proclo que trata de lo infinito en cuanto infinito positivo partiendo de lo Uno. Lo Uno es la infinitud misma; es auto-infinitud.

San Buenaventura, envía una carta diciendo que hay un infinito que se constituye por oposición a lo simple, tal como una masa infinita, y un infinito que es simple. Este último infinito es el que corresponde a Dios y sólo a Él. En dicha carta también escribe Santo Tomás y él señala que el primer principio es, en verdad, infinito, pero no es, como suponían algunos filósofos antiguos, un cuerpo. Es en todos los casos un infinito distinto de cualquier posible infinito material. La mujer la recibe y la archiva en la cajita pequeña, la de las cartas milenarias enviadas desde la mística.

El gato llega a la cocina y espera que su tazón sea llenado la mujer sirve en él a casi todos los filósofos modernos, especialmente los "racionalistas" —que se ocuparon de estas cuestiones más a menudo y con mayor detalle que los "empiristas"—, sostienen la infinitud del mundo y, en todo caso, hacen amplio uso de la noción de infinito en sus especulaciones. El gato tiene ganas infinitas de saborearlos, por lo que la mujer lo deja y va a abrirle la puerta a Descartes quien defendió la idea de la infinitud del mundo, indicando que esta idea, que fue expuesta por Nicolás de Cusa, no fue reprobada por la Iglesia, ya que concebir la obra de Dios como algo muy grande es justamente honrar a Dios. Sin embargo, Descartes advierte —sea por convicción, sea por prudencia— que hay una diferencia entre su concepción del cosmos y la de Nicolás de Cusa, y es que mientras el último dice que el mundo es "infinito", Descartes proclama que es indefinido.

De pronto en la sala sucede que Henry More, Samuel Clarke, Newton y Leibniz discuten cuestiones tales como la de si el universo es infinito; si el espacio es infinito, pero si la materia —"el mundo"— es finita, esto es, si hay o no espacio "fuera del mundo" Ello explica en parte las polémicas entre Leibniz y los newtonianos — especialmente entre Leibniz y Clarke. Leibniz es claramente "infinitista". Pero su "infinitismo" es en muchos respectos distinto del de More, Newton, Clarke y, desde luego, Spinoza. El infinitismo de Leibniz es de carácter "pluralista" y corresponde a la estructura a la vez pluralista e infinitista de su metafísica monadológica.

La mujer sabe que podrían estar durante horas que no solo podrían ser infinitas sino que redundarían en el eterno retorno de saber incluso cual es el origen de cada una de las palabras con las que hablan, por lo que los deja, y regresa al diván, no ha logrado recordar su interés por el infinito, quizá solo sea su anhelo infinito de silencio, quizá las infinitas ganas de huirle a esta vida que se empeña por ser suya… el escarabajo ha dejado de agitar las ocho patas, permaneciendo en la mesa junto al diván, la araña esta abrumada por tanto infinito, por lo que sabe que no volverá al número ocho hasta pasado un tiempo… el gato se encarama en el diván con Newton en una oreja, la mujer trata de desenredarlo pero éste se niega… en tanto el reloj continua con las horas finitas, llenando la casa de un vacio cósmico e infinito.