lunes, 25 de abril de 2011

Divagaciones Endopáticas



De: Laura Martínez Domínguez.

La mujer se recuesta en el diván anaranjado, los personajes mandados al exilio metafísico hoy han hecho su aparición, lo cierto es que ha decidido ignorarlos; por ello está en el diván, con el libro rosado entre las manos, hurgando entre sus páginas.

El gato salta al diván, viene de la cocina, reclama el hecho de que nadie haya llenado su tazón, la mujer lo mira, trata de explicarle el porqué, pero de pronto del libro rosado brinca la palabra Einfühlung, cuya traducción es el término endopatía.

El gato alegremente sorprendido, empieza a jugar con ella y la mujer escucha como el libro rosado le dice que la definición más general que cabe dar del concepto designado por el término endopatía es la siguiente: participación afectiva y, por lo común, emotiva, de un sujeto humano en una realidad ajena al sujeto.

El reloj marca un minuto lleno de recuerdos, la araña despierta y se da cuenta de que la hendidura que había encontrado dentro del reloj ha sido cubierta, la desolación la invade y el reloj no sabe si advertirle que nada de lágrimas o simplemente escuchar sus lamentaciones.

El escarabajo que quiere ser epistemológico por fin ha aparecido, al parecer erró su vuelo y tardó más del tiempo debido en encontrar el camino de vuelta, por lo que se instala en la mesa junto al diván.

La mujer piensa en la endopatía, en lo mucho o poco que ella logra ser endopática con el mundo que le rodea, con las personas que la conocen, con los seres que se le acercan; pero lo cierto es que aun no está del todo segura de lo que es la endopatía, por lo que en un intento de ayudarla aparecen K. E. Gilbert y H. Kuhn quienes le indican que el primero que usó el término Einfühlung fue el filósofo del arte estético Robert Vischer, quien introdujo el término Einfühlung para explicar la belleza de la Naturaleza o el modo como esta belleza es aprehendida por el sujeto humano. La mujer sabe que tendrá que seguir hurgando entre las páginas del libro rosado…

El gato juega con la palabra, se la enreda en los bigotes, la degusta, y se sorprende al encontrar debajo del diván su traducción del alemán que le dice que la Einfühlung es una vivificación de la imaginación; pero junto ella encuentra también a la Anfühlung o animación de la sensibilidad, la Zufühlung o recreación de la forma y la Nachfühlung o sentido de la forma expresada simbólicamente, el gato se maravilla por un instante pero al siguiente recuerda que su tazón esta vacio por lo que se dirige a la cocina.

La mujer intenta acompañarlo pero se encuentra con Lipps y otros autores quienes elaboraron algunas de las ideas de Robert Vischer sobre la naturaleza y formas de la Einfühlung. En tanto Croce los hace observar que hay dos conceptos de la endopatía: el estético y el psicológico. La mujer intenta seguir al gato hacia la cocina para llenar su tazón, pero regresa al diván y descubre que el libro rosado puntualiza que por otro lado, se ha indicado que hay dos tradiciones en la historia del concepto de endopatía: una, representada por quienes prestan escasa, o nula, atención a la acción y al comportamiento del sujeto "endopático"; otra, representada por quienes se interesan sobre todo por las reacciones endopáticas tal como se manifiestan psicofisiológicamente.

La mujer escucha al reloj consolar a la araña con segundos olvidados, mientras observa que el escarabajo vuela hasta el hombro de Lipps quien al parecer no se ha ido, sino que trata el concepto de endopatía primariamente como concepto básico para aclarar los diversos aspectos de la experiencia estética.

Por lo visto el filósofo ha decidido tomar asiento junto a ella en el diván y decirle que los dos componentes fundamentales de la endopatía son la "proyección" y la imitación. Por medio de la primera el sujeto "extiende" su propio ser a una realidad. Por medio de la segunda el sujeto se apropia ciertas formas de tal realidad.

La mujer se encuentra nuevamente en el diván, la palabra endopatía da vueltas por la habitación y se hace la misma pregunta ¿Es ella endopática? Alguna vez un personaje salido de sus sueños le dijo que no, la mujer aun conserva la idea rondando en su cabeza… la endopatía se le escurre por entre los recuerdos de una versión que al parecer no es ella.

El gato arrastra a la mujer a la cocina y esta le sirve en su tazón pequeños trozos de filosofía, el reloj ha olvidado a la araña y marca un minuto tan carente de sentido que las horas terminan por ser ambiguas, el escarabajo ha volado nuevamente antes del atardecer y la mujer sale a la ciudad a buscar la endopatía que al parecer nunca ha tenido.

miércoles, 20 de abril de 2011

Míticas Divagaciones



De: Laura Martínez Domínguez

El gato esta en el diván viendo como el reloj marca el minuto más aburrido que pueda tener una hora, la araña salta del número 7 al número 5, sin más intención que la de pasar el rato, de igual manera debe permanecer dentro de ese reloj.

La mujer llega con la palabra mito colgada del cabello, se le enredó hace días, pero aun no sabe con exactitud qué hacer con ella, por lo que acude al libro rosado y este le dice que se llama "mito" a un relato de algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre impreciso.

Imprecisión es con lo que más cuenta su vida en estos momentos, por lo que no le sorprende encontrar a José Echeverría en la sala de su casa afirmando que el mito ha de expresar en forma sucesiva y anecdótica lo que es supra temporal y permanente, lo que jamás deja de ocurrir y que, como paradigma, vale para todos los tiempos, la mujer lo observa, piensa que su vida pasada es un tanto un mito, algo que al parecer vale para todos los tiempos…

El gato salta del diván y va al encuentro de la mujer quien le cuenta que ha encontrado presocráticos en bolitas, por lo que le sirve en el tazón a aquellos que consideraron el mito de un modo ambivalente. Por un lado, descartaron el mythos en nombre del logos. Por otro lado, hicieron crecer este logas sobre el suelo de un previo mythos. El gato siempre ha gustado de la comida circular, por lo que se relame los bigotes.

La mujer deja al gato con su comida circular y se instala en el diván, los sofistas la rodean, dado que tendieron a separar el mito de la razón, pero no siempre para sacrificar enteramente el primero, pues con frecuencia admitieron la narración mitológica como envoltura de la verdad filosófica… mientras los sofistas rodean a la mujer y discuten aparece Platón, que consideró el mito como un modo de expresar ciertas verdades que escapan al razonamiento.

El televisor instalado frente al diván se enciende, como es costumbre, según su voluntad y anuncia neoplatónicos en cubitos, almacenados en una caja en donde Salustio considera, en su tratado Sobre los dioses y sobre el mundo que los mitos pueden representar a los dioses y las operaciones efectuadas por los dioses en el mundo, por lo que en la caja se puede leer la siguiente leyenda: (Περί θεών χαΐ κόσμου). El gato al parecer no ha escuchado nada, los presocráticos en bolitas lo tienen particularmente entusiasmado y atento.

El reloj decide que los minutos aburridos son tediosos de marcar, por lo que sumerge a todos los habitantes de la casa, escarabajo incluido, en la Antigüedad y en la Edad Media por aquello de que en ellas se prestó particular atención al contenido mismo de los mitos y a su poder explicativo.

Sin embargo, los minutos de antigüedad tienen que terminar porque no pocos autores modernos entran por la puerta de la cocina y se niegan a considerar los mitos como dignos de mención; la "verdadera historia", proclaman, no tiene nada de mítico. El reloj les marca un minuto ambiguo, entre la antigüedad y el renacimiento, en donde en otras palabras, los mitos fueron considerados como "hechos históricos": su "verdad" es una "verdad histórica". Al siguiente minuto aparece Voltaire, quien, no obstante su mitofobia, no descuidó los mitos cuando se trataba de describir el pasado histórico. El reloj deja los minutos, suspende al tiempo y la araña piensa que esto del correr del tiempo no es más que un mito inventado por alguien desconocido.

La mujer continua en el diván tratando de desenredarse la palabra mito de su cabello, pero Vico la interrumpe, dado que para él, el mito es un modo de pensar que tiene sus propias características y que condiciona, o por lo menos expresa, ciertas formas de vida humana básicas, identificando el modo de pensar mítico con el modo de pensar poético. El gato ha terminado con los presocráticos en bolitas, por lo que salta al diván con Schelling enredado en una oreja, quien estimó que la mitología es una forma de pensamiento que representa uno de los modos como se revela el Absoluto en el proceso histórico: el mito es, por tanto, revelación divina. Al gato le agrada esto, aunque al reflexionar por un momento se da cuenta de que quizá el ser poderosamente divino solo sea un mito… la mujer lo observa y trata de tranquilizarlo, pero el gato huye al jardín.

El reloj ha perdido a la manecilla grande por lo que marca épocas y no minutos, así la época contemporánea los hace a todos dudar del presente y se dan cuenta que en dicha época ha prevalecido el estudio del mito como elemento posible, y en todo caso ilustrativo, de la historia humana y de ciertas formas de comunidad humana.

La mujer hojea de nuevo al libro rosado y este le dice que la formación de mitos obedece a una cierta especie de necesidad: la necesidad de la conciencia cultural.

El reloj encuentra a la manecilla grande, al parecer la araña la tenía guardada para seguir horadando la hendidura, así que regresan los minutos, demostrando que no son un mito, al menos no del todo; el televisor que se enciende a voluntad se ha apagado de nuevo, el gato regresa del jardín afirmando que el que sea poderosamente divino sea un mito, es bastante seductor, por lo que salta al diván, la mujer se percata de que no encuentra al escarabajo que quería ser epistemológico, se pregunta qué tan mítico es que los escarabajos vuelen al atardecer… la palabra enredada en su cabello, por fin desaparece… así que la mujer escapa a la ciudad que le regala una tarde de verano y soledad.

jueves, 14 de abril de 2011

Divagaciones Coaccionantes




De: Laura Martínez Domínguez


La mujer descubre en el diván al libro aquel de las pastas duramente azules, los días de ausencia fueron bastos y sobrados… pero la mujer sabe que es sólo el diván quien lo añora, ella debe lidiar con él, cual cotidianidad.

El gato trae en una patita pegada una palabra, la mujer la descubre y resulta coaccionante… la mujer abre el libro aquel de las pastas duramente azules y le dice que coacción viene del Latín coactio-onis: es decir, cobro extracción… también de coacto, are: compelir. La mujer lee que significa el empleo de la fuerza o violencia sobre un individuo para que éste haga alguna cosa.

La mujer deja al libro sobre el diván mientras el reloj marca un minuto más para el olvido o para la costumbre según sea el enfoque. La araña ha descubierto una hendidura en el reloj y se afana en perforarla, lleva 420 minutos en su empeño y aun no ha logrado gran cosa.

La mujer le sirve al gato en su tazón algo de lenguaje jurídico, que dice que por coacción se entiende, en términos generales, empleo de la fuerza de que dispone el orden jurídico. El gato no está del todo convencido con el sabor del lenguaje jurídico, por lo que pide una siguiente ración, que dice que tal expresión alude al carácter coactivo del derecho que reside en el hecho de que emplea la fuerza para regular la conducta humana… el gato sigue sin estar convencido, pero la mujer le advierte que no más lenguaje jurídico, al menos en su tazón… el gato apela la decisión, pero la mujer no se deja coaccionar.

La araña abandona por un momento la hendidura, observa cómo Hart entra por la puerta principal diciendo que la forma más simple en la que un individuo se ve constreñido a hacer lo que el otro desea es cuando se está amenazado con consecuencias desagradables si rehúsa.

Al parecer en esta ocasión, los juristas no harán lo mismo que los filósofos que simplemente dicen una oración o un concepto y salen por la puerta de la cocina, sino que al parecer han decidido instalarse en la sala para charlar cómodamente mientras el reloj asesina un minuto tras otro.

Por lo que después de Hart llegan Kelsen y Weber quienes afirman que el castigo, el recurso de la coacción, es el elemento enormemente persuasivo que anula o altera el cuadro inicial de las motivaciones de los individuos en todo tiempo y lugar. Por ello el derecho es descrito como monopolio del uso legitimo de la fuerza… la mujer los observa y piensa en la coacción, en esa fuerza que nos obliga a hacer aquello que otro quiere… piensa en su propia vida, en cuanta coacción le ha sido ejercida.

Kelsen continua impertérrito, y dice que el carácter coactivo del derecho resulta de la forma que este regula la conducta humana. Por tanto es en este sentido, una técnica social que motiva el comportamiento aplicando una medida de coacción que habrá de imponerse en caso de una conducta contraria.

La araña reanuda su labor con la hendidura aunque sabe que está perdiendo el tiempo, a lo cual el reloj le responde con una hora que por ser pasada es irrecuperable.

La mujer escucha que la puerta principal se abre de nuevo y entra Oberdiek quien dice que la sanción es un daño sustancial físico o psicológico. Kelsen le contesta diciendo que la sanción es un acto de coacción, toda vez que es resentida como un mal, una desventaja, la cual se aplica si es necesario mediante la fuerza física.

La mujer liga, sanción con coacción, el gato afirma que su tazón requiere algo de filosofía en lata, la mujer hace caso omiso a la petición del gato, se da cuenta de que ha tomado asiento Bobbio, por lo que Kelsen y Raz afirman que las sanciones, asi como los actos coactivos que no tienen tal carácter, son instituidos por el orden jurídico; son socialmente inmanentes e institucionalizados: establecidos y aplicados por instituciones jurídicas cuyos actos jurídicos se atribuyen al orden jurídico estatal… la mujer ríe, siempre le ha encantado como es que la jurídica se come a sí misma… el gato oye la palabra comida y corre a su tazón esperando encontrar un poco de filosofía, la mujer le responde que si está dispuesto a comer más lenguaje jurídico, su tazón estará lleno.

Lo cierto es que el gato tuvo que aceptar el trato, la araña se da cuenta que no hay manera de hacer más con la pequeña hendidura por lo que se cuelga de la manecilla grande y ve como el escarabajo que quiere ser epistemológico duerme en la mesita, aun con el peligro de que cualquiera de los juristas ponga su taza sobre él.

Hart vuelve a intervenir y les dice que no cabe la menor duda que la característica más general y relevante del derecho en todo tiempo y lugar es que su presencia indica que cierta conducta humana deja de ser optativa.

El reloj marca un minuto un tanto medieval y Santo Tomas de Aquino dice que la noción de derecho contiene, primero que es una regla, segundo poder coactivo… el si hace lo acostumbrado y desaloja la sala por la puerta de la cocina.

Se sienta Bentham y dice que con independencia de si la sanción es un elemento esencial o de definición de toda norma jurídica, el carácter coactivo es prácticamente indiscutible. Entra la doctrina y los hace distinguir entre las normas que imponen sanciones: normas sancionadoras dice Bentham, normas primarias afirma Kelsen y normas de obligación concluye Hart.

La mujer piensa en la sanción y en el hecho de que se pueda pensar en abstracto, como el establecimiento de sanciones o en concreto como esa imposición de sanciones y la ejecución forzada.

El gato protesta por la coacción a comer lenguaje jurídico, la mujer se despide de los juristas afirmándoles que deben de desalojar su sala de manera no coercitiva; el escarabajo por fin despierta, pero al ver que no había epistemología en el ambiente vuelve a dormir, la araña ha olvidado la hendidura y el reloj le marca un minuto a la mujer que le avisa que es tarde…

martes, 5 de abril de 2011

Divagaciones Irracionales



De: Laura Martínez Domínguez

La mujer se sienta en el diván anaranjado, consulta al reloj y este marca un minuto particularmente desesperado, por lo que la araña corre al número 10 solo para sentir la perfección pitagórica… la mujer toma al libro rosado, hurga entre sus páginas, la palabra irracional se le enreda entre los dedos…El gato aparece, por lo que la mujer adivina, viene del jardín, quizá salió a buscar a un filósofo.

El libro rosado le dice que suele definirse 'irracional' como algo que no es racional, es decir, como algo que es ajeno a la razón. El reloj ríe y marca el minuto menos racional que tiene a la mano, el del desquicie que repite la historia una y otra vez.

La mujer continúa leyendo y descubre que se puede llamar "arracional" a lo que es simplemente ajeno a la razón; antirracional a lo que es contrario a la razón y suprarracional, a lo que es superior a la razón o está más allá de la razón.

La mujer piensa en lo irracional y recuerda que una Palomilla Apocatastasica, le ha regalado la imagen de un hombre que camina entre las pinceladas de Van Gogh, se pregunta si a eso se le llamará irracional… el gato ha encontrado a Rudolf Otto quien señala que la busca de lo irracional en la época actual se ha convertido casi en un deporte, y que se busca lo irracional dondequiera sin ocuparse de precisar si lo hay efectivamente, o, en caso de haberlo, en qué consiste.

La mujer mira como el gato se divierte con el filósofo, quizá le pareció excesiva su irreverencia, quizá buscar aquello que es irracional no es tan antirracional como parece. El reloj marca un minuto ajeno a la exactitud, y la araña se pregunta si su vida es irracional o simplemente arracional.

Al parecer en la cocina se han congregado varias corrientes, todas convocadas por J. Salamucha quien ha indicado que hay en tal filosofía dos aspectos, irracionalistas distintas entre sí, aunque probablemente relacionados en algunos de sus representantes.

La cocina se empieza a poblar, y haciendo caso omiso, el filósofo dice que por un lado, tenemos el "irracionalismo ontológico", según el cual la realidad misma (el "ser mismo") es irracional, y ello de tal suerte que su irracionalidad se manifiesta en que es contradictoria consigo misma. El escarabajo despierta de su letargo, y se da cuenta de que podría ser también ontológicamente irracional… la idea no le seduce del todo y sigue en su empeño de ser epistemológico.

J. Salamucha empieza a nombrar a aquellos representantes que le dan la razón de este irracionalismo ontológico, por lo que aparecen J. Volkelt con su irracionalismo metafísico, el gato corre en busca del cerdo… G. Simmel y el irracionalismo vitalista y Theodor Lessing y L. Klages por el irracionalismo antropológico. La mujer se pregunta quienes son, pero el filósofo continua implacable y dice que por otro lado, tenemos el "irracionalismo noético", según el cual hay inconmensurabilidad entre el conocimiento (o los medios de conocimiento) y la realidad, o cuando menos una parte de la realidad.
Por lo que representantes de este irracionalismo noético aparecen, en orden casi alfabético: H. Vaihinger, É. Meyerson y Nicolai Hartmann.

El gato se pregunta porque nadie habrá llenado su tazón, quizá el irracionalismo no tenga ninguna presentación, quizá no sea comestible… el gato corre en busca de la mujer quien le dice que aun no encuentra algo tan irracional como para que venga en cajas, sin embargo, ha encontrado cucharadas de cultura dionisiaca, el gato no puede esperar para probarlas.

La mujer deja al gato y escucha que en la sala alguien busca entre los estantes, encuentra a Cleto Carbonara y este le señala que hay tres tipos de irracionalismo de acuerdo con la "potencia" que se subraya en cada caso: el voluntarismo, el intuicionismo y el asociacionismo.

La araña deja la perfección pitagórica y grita porque R. Müller-Freienfels ha tomado por asalto al segundero y dice que el irracionalismo significa que "no solamente hay que considerar como válido el pensamiento irracional, sino asimismo todas las posibilidades cognoscitivas en su significación… en ese momento la araña piensa que ella podría tener esa vida irracional que pensó que tenía unos minutos atrás… el reloj le marca un minuto lleno de pasado, la araña no logra discernir entre los tiempos.

La mujer los mira, sabe que tratar de interferir entre sus dilemas es un tanto cuanto falto de razón, tanto como esconder a Dilthey y Bergson, antes de que el gato los encuentre y empiece a atusarlos, pero ellos le dicen que el irracionalismo en cuestión es el que ha sido propugnado, o cuando menos elaborado, por ellos, con su interés por los métodos de la intuición y de la comprensión. La mujer no alcanza a entender lo que tratan de decirle, quizá omitió algo con la prisa de ver al gato acercándose, por lo que los deja.

Se sienta en el diván y Ortega y Gasset, comparte con ella una barra de chocolate mientras le dice que hay una especie de "crecimiento de la irracionalidad" desde la lógica y la matemática —que tampoco son, por lo demás, completamente "racionales", ya que se descubren en ellas irracionalidades"— hasta el conocimiento de "lo real". La mujer piensa que si Ortega y Gasset esta en lo cierto entonces ya no hay nada salvable de la irracionalidad.

Llega N. Hartmann, y le dice que se ha confundido entre lo irracional y lo alógico, olvidándose con ello las diferencias fundamentales entre varios tipos de irracionalidad. Lo cierto es que estas palabras no consuelan a la mujer, la irracionalidad hoy se le enredó en los dedos, el libro rosado trató de darle una respuesta, pero quizá estaba demasiado provista de razón como para darle una respuesta real… el gato se encarama en el diván, la araña busca la salida para esta vida suya tan irracional y la mujer escucha como el reloj marca un minuto cualquiera.