lunes, 24 de octubre de 2011

Demonios y Divagaciones.




De: Laura Martínez Domínguez


La mujer ha encontrado a Platón y a Jenofonte en el jardín dialogando, pero sobre todo refiriéndose al llamado demonio de Sócrates. Recordando también, el pasaje más célebre al respecto que se halla en la Apología de Sócrates, cuando, al explicar el filósofo por qué, no obstante interesarse por los asuntos de cada ciudadano (o, mejor, de cada hombre) no se ha ocupado de los de la ciudad, indica que el motivo de ello reside en que algunas veces emerge de él algo divino, demoníaco, daimonion que desde su infancia una voz, se hacía oír a veces en su interior para empujarlo a no hacer lo que había estado a punto de hacer — si bien no empujándolo nunca hacia la acción.

La mujer los deja en el jardín y se dirige hacia el diván anaranjado, donde está el gato jugando con las ideas que en ocasiones saltan de los cajones de la cocina y junto a él está el escarabajo quien regresó luego de varios días de extravío aéreo.

El reloj les marca una hora impaciente, de esas que solo se conocen cuando han sido largas las horas estacionado en un mismo sitio, y la mujer consulta al libro rosado con el fin de que le aclare qué es exactamente un Daimon y este le dice que el "demonio" de Sócrates es, pues, una "voz". La cual puede interpretarse de varios modos. Por un lado puede insistirse en el aspecto "externo" de tal voz, atribuyéndola a una entidad divina que providencialmente susurra al hombre ciertos imperativos. Por otro lado puede insistirse en el aspecto "interno" de la voz, en cuyo caso suele identificarse con la conciencia moral en el sentido más individual y subjetivo de ella. Finalmente, puede concebirse la "voz demoníaca" como la expresión de la vocación intransferible de cada hombre, adoptándose en tal caso el punto de vista existenciario, al cual nos hemos referido en el citado artículo sobre la conciencia moral.

La araña los escucha y añora que el reloj tenga un demonio que le diga que las horas inciertas confunden los días con las semanas y los meses con los segundos. El reloj a modo de respuesta le marca un segundo violento que la hace rodar hacia aquella hendidura que creía olvidada.

La mujer escucha al libro rosado decir que el sentido a veces mitológico, a veces teológico, de 'demonio' aparece, en cambio, claramente en una serie de concepciones que pueden suscitar interés filosófico.

Por lo que aparecen autores neopitagóricos, platónicos eclécticos antiguos y neoplatónícos como Numenio de Apamea, Plutarco, Plotino, y una larga lista, los cuales elaboran textos que se basan por lo común en tradiciones mitológicas griegas, pero han sido objeto usualmente de múltiples interpretaciones filosóficas; dado que los demonios son concebidos a veces como "intermediarios", a veces como "divinidades inferiores" ("genios" buenos o malos, favorables o desfavorables), en ocasiones como "personalidades divinas" a las cuales estamos ligados, de tal forma que cada uno de nosotros tiene su propio "demonio" — o "genio". Esta demonología es con frecuencia muy compleja, siendo difícil hacer el deslinde entre mitología y especulación conceptual.

La mujer los deja en la cocina y se dirige hacia el diván anaranjado, donde piensa en adoptar un demonio que le diga lo que es correcto, pero luego la analogía con aquella conciencia que ella dejó olvidada en un momento crítico de su vida, la hace reconsiderar un poco más la idea.

Además, y cuando el reloj marca un minuto casi próximo a la partida, aparecen las ideas surgidas en el judaismo y luego, sobre todo, en el cristianismo, en donde el demonio es concebido aquí como "agente del mal"; así los demonios son los ángeles que se han rebelado contra Dios bajo la dirección del Maligno por antonomasia, Satanás. Este es el Adversario por excelencia, el Acusador o Tentador descrito en el Antiguo Testamento bajo la forma de la serpiente, el Mentiroso de que habla el Apocalipsis. "La liberación del mal" que se pide en el Padrenuestro es, en rigor, "la liberación del Maligno", introductor y director del mal en el mundo, incapaz de atacar directamente a Dios, pero ocupado incesantemente en roer su obra, en deshacer su plan de salvación. Nada sorprendente, pues, que el Maligno (el Demonio) deba ser exorcizado y que se pida al hombre "renunciar a Satanás". Jesús ha venido para expulsar al Príncipe de las Tinieblas, al Maldito.

Por ello la mujer reconsidera la idea de adoptar un demonio, porque suele suceder que ambos bandos son particularmente seductores… el gato salta al diván anaranjado y le dice que las ideas con las que jugaban han cambiado tanto de forma que se han tornado inentendibles, por lo que las ha guardado nuevamente en el cajón de la cocina, el reloj marca un segundo alentador y la araña observa como el escarabajo se balancea divertidamente en el dintel de la ventana.

Divagaciones y Quiddidad.




De: Laura Martínez Domínguez.

El reloj marca un minuto que suena clandestino, e incluso prohibido, la mujer lo escucha y sonríe con vileza… el gato la mira y se pregunta qué tramará… la mujer no responde.

El escarabajo despertó con la intención de volar el día entero, por lo que acomodó sus patas de la manera correcta y emprendió el vuelo, aun y con las protestas del reloj por ignorar que aun no era antes del atardecer.

De pronto la araña grita porque de una de las manecillas del reloj cuelga algo extraño que algunos osan en llamar quiddidad, todos la miran con interrogación y el libro rosado les dice que dicha expresión aristotélica significa literalmente "lo que era antes de haber sido" o "el que era un ser"… todos opinan al unísono que el libro rosado despertó particularmente confuso… como siempre.

El reloj marca el siguiente minuto clandestino y con él llegan los árabes quienes introdujeron otros términos para lo que llamamos 'esencia' o algunos modos de ser esencia; sin embargo, alguien, aparentemente sin rostro dice a lo lejos Huwiyya (que se ha traducido por "ipseidad", ipseitas), uno más grita Anniyya (que corresponde más o menos a lo que se ha llamado haecceidad, haecceitas), y otro totalmente fuera de turno dice Süra (que corresponde a forma), todos los habitantes de la casa miran a los árabes y les recomiendan que se pongan de acuerdo.

En ese instante entra A.-M Goichon y dice que Mähiyya designa la substancia individual, la substancia- sujeto. La araña colgada del numero 6 se pregunta cuál será su esencia, quizá las arañas carezcan de ella. Avicena le dice que esta substancia, cuando es designada mediante un término abstracto, en cuanto se toma por oposición a la substancia segunda o substancia- atributo. El reloj le marca un segundo francamente burlón, dado que aun no resuelven su duda.

El libro rosado dice que en todo caso, y por encima de que las arañas tengan esencia o no; Mahiyya parece corresponder casi punto por punto a tb τί ην είναι, expresión que ha sido traducida por quod quid erat esse. Esta expresión responde a la pregunta quid est, a diferencia de cualquier expresión que corresponda a la pregunta an sit, es decir, a la pregunta acerca de la existencia.

La mujer se dirige hacia el diván anaranjado pensando en su propia esencia, pero camino al diván, se encuentra con el pensamiento de Avicena, en donde la existencia se distingue de la esencia porque la existencia es accidental, de modo que se "agrega", por decirlo así, a la esencia. La mujer ríe ante el concepto, su existencia como accidente.

El gato entra en la cocina y descubre a S. Breton escribiendo que el término quidditas ofrece grandes ventajas y especialmente la siguiente: "que la esencia, cuando se la mira desde un punto de vista fenomenológico, es ante todo una cuestión". El gato se pregunta por qué tendría que usar el vidrio de la ventana para ello.
El libro rosado aparece de nuevo y dice que quidditas —o, como transcribimos, quiddidad— puede emplearse para referirse a la esencia de un modo general, o para referirse a un modo de entender la esencia.

El reloj marca otro minuto clandestino y se dan cuenta de que Entre los diversos modos de entender la esencia como quidditas se halla la propuesta por Alberto el Grande, quien por cierto aparece en ese preciso instante clandestino y dice que la es la esencia como forma que, unida a la materia, determina a ésta en lo que es. La quidditas no es, pues, o no es necesariamente, el universal como tal, sino que puede ser el universal en cuanto determina a la cosa en lo que es, quid est.

Aparece Duns Escoto, y por su lado, utilizó generalmente para traducir la tantas veces mencionada expresión aristotélica la fórmula entitas positiva, la cual dicho sea de paso, nunca revela a los integrantes de la casa y simplemente sale por el mismo sitio por donde apareció.

El libro rosado se encarama en el diván anaranjado y dice que la expresión quidditas puede ser entendida primariamente como el qué de la cosa, y que el modo de interpretar la quidditas depende en gran parte del modo como se entienda semejante qué.

La mujer lo mira con interrogación y se pregunta cuál será su qué, aquello que simplemente la hace ser quien es, esa mujer que recibió de regalo un diván anaranjado, aparece el gato y le dice que en su tazón han aparecido los coleópteros aquellos que había prometido no comerse, la araña regresa a su búsqueda acostumbrada y olvida que quizá las arañas carezcan de esencia y solo sean arañas accidentalmente, en tanto que el reloj deja los minutos clandestinos para otra ocasión más propicia.

viernes, 14 de octubre de 2011

Divagaciones y Placer






De: Laura Martínez Domínguez


El reloj marca una hora abrumadoramente incierta, por lo que los habitantes de la casa lo miran interrogante, en ocasiones les gustaría que el reloj marcara una hora exacta por el simple placer de hacerlo.

La mujer piensa, mientras se instala en el diván anaranjado, en el placer, y ni siquiera sabe de dónde salió la palabra, quizá del hecho de que siempre la confunde con pasión y el personaje salido de sus sueños le hace burlas arguyendo actos fallidos.

El gato llega relamiéndose los bigotes, de los cuales también cuelgan migajas diminutas, la mujer trata de averiguar de qué se trata, pero el gato escapa hacia el jardín.

La araña despertó con la certeza de que este día no era bueno para buscar la salida, por lo que se ha abandonado al placer de tomar el sol sobre el número 4, el cual está algo lleno de polvo, dado que no recuerda haber estado nunca ahí.

Una vez más el reloj marca un segundo un tanto desconsolado porque el día de hoy los filósofos no tienen caras, sino que el gato regresa arrastrando al hedonismo, para quien el placer no sólo es moral, sino que es el fin de las actividades morales; el "placer" (sea lo que fuere) es, pues, bueno, y el "dolor" (sea lo que fuere) es, pues, malo.

El escarabajo en cambio, y negándose a volar juega con el ascetismo, que por el contrario, dice que el placer es fundamentalmente malo —especialmente si se trata del llamado "placer sensible"—, y lo moral consiste en abstenerse de placeres y en educar o "entrenar" el alma (y el cuerpo) con el fin de no correr el riesgo de abandonarse a los placeres.

La mujer los observa y se detiene un momento a pensar en el placer, en los momentos que ella suspende para poder denominarlos como placenteros, aquellos instantes que guarda en la memoria y a los cuales acude de tanto en tanto… es interrumpida por los autores a los que podemos llamar "moderados", los cuales no han descartado por entero el placer, pero lo han subordinado a otros fines, el cumplimiento de los cuales, por lo demás, ha sido recomendado, porque de algún modo produce un "placer"… la mujer los escucha y algo de incredulidad se apodera de ella, porque no puede subordinar al placer a otros fines, siempre creyó que el placer era un fin en sí mismo… aunque se detiene, porque escucha a Aristóteles diciendo que el único fin en sí mismo es la virtud… la mujer trata de reflexionar un poco mas…

Pero sobre el sillón de la sala, el gato trae a los rigoristas de un lado a otro porque han estimado que los deberes morales deben cumplirse independientemente de si produce o no placer cumplirlos; y ciertamente el gato aun no sabe si quiere ser moralmente correcto o solo abandonarse al placer hedonistamente… en ese instante llegan otros autores, menos rigoristas, pero no necesariamente hedonistas, que han considerado que el cumplimiento del deber moral por sí mismo produce cuando menos una cierta "satisfacción" que puede llamarse un "placer" — si bien, claro está, no un placer "sensible"… el gato se aleja y deja que los autores sin rostro discutan entre sí, lo que es placer; se dirige a la cocina y pide que su tazón sea llenado hasta los bordes… la mujer busca en la alacena y solo encuentra cucharadas de cultura dionisiaca, el gato agradece el hallazgo.

El reloj marca otro segundo, uno más, y el libro rosado afirma que la complejidad del problema del placer procede, de los muchos posibles usos de términos como 'placer', como 'complacerse en algo', la mujer se acomoda en el diván anaranjado y reflexiona en que para ella, el placer siempre ha sido simple, será porque lo busca en las cosas sencillas, en los pequeños hallazgos que en su vida Ionesca siempre aparecen.

El gato regresa de la cocina afirmando que la cultura dionisiaca siempre es insuficiente aunque su tazón sea llenado hasta los bordes; la araña en cambio decidió que era suficiente de placer, por lo que retornó a su búsqueda de una salida, pero en su lugar encontró una melodía mezclada que dejó una Palomilla Apocatastásica, el escarabajo se ha ido, el atardecer lo sorprendió sin previo aviso y el reloj le marca a la mujer una hora exacta que le indica que es tiempo de salir a la ciudad a encontrar esos pequeños placeres de los que tanto gusta.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Divagaciones Catalépticas.





De: Laura Martínez Domínguez



La mujer despierta con una fantasía que fácilmente podría ser cataléptica; o quizá sea solo que recién despierta de un largo sueño en donde la comparación la perseguía… busca al libro rosado, a quien por cierto encuentra de cabeza sobre el dintel de la ventana, acompañado del escarabajo y le dice que la catalepsia se trata de un concepto fundamental en el pensamiento estoico.


Aparece el gato con alguien que dice estar siguiendo a Ortega y Gasset y traduce la citada expresión griega simplemente por 'fantasía cataléptica; a la araña le fascina cuando los filósofos optan por la redundancia.

El reloj marca una hora melódicamente desconocida, haciendo con ello que aparezcan los estoicos y con ellos Crisipo, quienes distinguían entre apariencias o representaciones verdaderas y falsas.

El libro rosado salta del dintel de la ventana, aplastando ligeramente al escarabajo y en un alarde de destreza explica que hay dos tipos de representaciones verdaderas: las causadas por objetos existentes produciendo una imagen correspondiente al objeto, y las causadas por objetos de un modo externo y fortuito. Las primeras representaciones llevan en sí la señal de la verdad y el criterio de verdad, dando origen a las fantasías catalépticas. Las segundas representaciones no llevan en sí tal señal ni constituyen tal criterio, dando origen a las fantasías no catalépticas. Las fantasías catalépticas constituyen la base del asentimiento reflexivo y del conocimiento en sentido propio; las fantasías no catalépticas no desembocan en conocimiento, sino sólo en opinión. La mujer se empieza a cuestionar si su fantasía fue cataléptica o no.

Se instala en el diván anaranjado y mientras piensa en las fantasías catalépticas, siente a su vez como la cafeína va invadiendo su torrente sanguíneo; el gato se acomoda junto a ella, pero cuando el ronroneo se vuelve regular aparece Bréhier, asustándolos a todos dado que se inclina en favor del carácter pasivo de la fantasía cataléptica, de suerte que no es el sujeto que obra sobre el objeto, sino a la inversa.

Nadie logra entenderle del todo, y el reloj al marcar minutos embriagantes, los sumerge a todos en un sopor indescifrable, el gato ríe y dice que podría ser cataléptico, sin embargo, llega Ortega y Gasset, al parecer seguido por alguien y subraya el carácter "sobrecogedor" y "arrebatador" de la fantasía cataléptica; lo cataléptico es como una fuerza física irresistible.

La mujer trata de saber y de entender lo que es la catalepsia, eso de tener fantasías catalépticas una mañana cualquiera no le parece normal… ni siquiera en esta vida Ionesca que en ocasiones lleva, en la cual existen personajes como Cicerón quien entra en la casa cargando al cuervo medieval ataviado con bufanda, porque al parecer se ha cansado de vagar por el mundo, por lo que Cicerón lo carga y además traduce la catalepsia por comprehendibile; deja al cuervo y se da cuenta de que los filólogos contemporáneos lo han venido siguiendo desde hace horas y han sabido entender este término, erróneamente, como 'comprensión', esto es, intelección, cuando es lo contrario: no el hombre que 'comprende la cosa', sino la cosa que 'comprime' al hombre, se 'graba' en él, lo 'sella´.

La mujer retorna al diván anaranjado y reflexiona sobre su fantasía cataléptica, quizá por fin comprendió que su vida recién empieza, que la cotidianidad ahora es exactamente como la imaginó… aparece de nuevo el libro rosado y le dice que la catalepsia no es, pues, según ello una facultad inteligente, es una "evidencia" que opera por igual en la percepción y en los axiomas; a lo más que se parece es a una "fe".

El reloj ha marcado horas que se desprenden de sus manecillas como solo lo haría un himenóptero, la araña busca una salida pero el reloj se ha sellado desde tiempo atrás, por lo que ahora trata de recordar por dónde entró, el gato salta sobre el diván anaranjado y se pregunta dónde habrá dejado su tazón, adora el sonido metálico que produce cuando lo ponen sobre el suelo… y la mujer se sumerge en aquel Shanghai que también es verde…

lunes, 3 de octubre de 2011

Gusto y Divagaciones




De: Laura Martínez Domínguez


La mujer está en el diván anaranjado, la autora que siempre la ha salvado de los naufragios la acompaña, el día amaneció con un reloj empeñado en marcar horas que borran los recuerdos y eliminan los deseos irracionales.

El gato ha encontrado tendencias filosóficas y las hace rodar incesantemente, la mujer lo escucha pero se niega a salir del diván anaranjado.

La araña también lo escucha pero las ardillas sordas que tratan de subirse a un diván al cual ya no pertenecen, la distraen.

El reloj marca una hora llena de minutos que recuerdan una despedida ineludible.

La mujer toma al libro rosado, empieza a jugar con sus páginas y de pronto salta el gusto a su regazo, acto seguido aparece P. André, y les dice que existe una facultad del gusto inherente al espíritu humano y, por consiguiente, natural e infalible, pero no reducible, como todavía pensaban muchos preceptistas (especialmente franceses) a normas racionales; la mujer empieza por cuestionarse esto del gusto.

El reloj hace girar a la manecilla grande en el momento en el que Addison, sentado desparpajadamente en el sillón destaca fuertemente los aspectos individuales y empíricos que concurren en el gusto, pero tiene que incorporarse porque han entrado los filósofos ingleses del sentido moral, especialmente Shaftesbury y Hutcheson,y le contestan de un modo terminante: el gusto es una facultad —y aun la facultad principal— de carácter a la vez estético y ético, correspondiente al ideal de la unidad de lo bello y de lo bueno; la percepción de las cualidades de lo bello por medio del gusto es una percepción segura e independiente de las otras.

No conforme con los anteriores llegan los filósofos ingleses del sentido común, especialmente para Dugald Stewart, diciendo casi a gritos que el gusto es una subfacultad perteneciente a la facultad de la imaginación. Puede llegar a ser universal, pero no de un modo directo e inmediato, sino a través de la experiencia y del ejercicio, los cuales se basan a su vez en las asociaciones de las ideas.

La mujer decide ir a la sala y ver un poco de televisión, sin embargo, al parecer el televisor no tiene ganas de encenderse en ese preciso momento, el gato su sube en ella y se pregunta una vez más si habrá himenópteros en su interior.

La mujer abandona la sala y al encaminarse nuevamente al diván anaranjado, tropieza con Kant, quien le dice que el gusto consiste en la facultad de juzgar, distinta de la facultad productora de la imaginación. Se trata, empero, de una facultad susceptible de "crítica", es decir, una facultad en la cual puede plantearse la cuestión de la validez a priori de sus juicios y, por lo tanto, el problema de la
fundamentación de la estética. Kant define el gusto (Gesch-mack) como "la facultad de juzgar de un objeto [estimar un objeto: Beurteilungsvermöen eines Gegenstandes] o de un modo de representación; la mujer detesta cuando los filósofos hablan en alemán, no hay manera de entenderlos, ella al menos no lo logra…

Aparece Feijoo, y dice que el que está mejor dotado puede percibir mejor las cualidades estéticas; al escucharlo todos se preguntan: ¿mejor dotado de qué?, el filósofo no responde, al parecer va tarde a su próxima cita.

Llega Luzán quien se adhirió a las teorías neoclásicas, así como, en parte, a las del P. André (y Crousasz ), acabando por considerar el gusto como la percepción, según reglas, de las combinaciones de lo real con lo fantástico, de lo formal con lo utilitario, de lo imaginativo con lo moral; únicas combinaciones capaces de engendrar la belleza y, con ella, el gusto por lo bello, casi siguiéndolo entra Capmany el cual se inclinó en su Filosofía de la elocuencia a una concepción psicologista y subjetivista del gusto, la mujer escucha la idea de la filosofía de la elocuencia y quisiera enredarse enteramente en ella…

El escarabajo ha encontrado a Piquer, quien influido por los empiristas, tomó una posición subjetivista-empírica, la mujer lo mira con comprensión y piensa que en realidad esas cosas le pasan a cualquiera.

En la cocina P. Arteaga, mientras come gomitas en forma de caracol, adopta un punto de partida subjetivista-empírico, pues le interesaba destacar el papel de la experiencia, pero pronto pretendió ir más allá del empirismo, con lo cual se acercó a posiciones defendidas por la estética del sentimiento y la filosofía del sentido común.

El reloj en la añoranza total no solo del péndulo sino también del pajarito simpatiquísimo, marca siglos coincidentes con el XIII en el cual y sin previo aviso se manifestaron, casi todas las posiciones fundamentales relativas al problema del gusto estético: platonistas, sensualistas, naturalistas, empiristas, idealistas, y variantes de las mismas, de pronto la casa y todos sus habitantes empiezan a sentir el rigor de los siglos marcados por un reloj que debería marcar minutos certeramente exactos.

Al cabo de un tiempo, todo vuelve a lo acostumbrado; la mujer regresa al diván anaranjado y se encuentra al libro rosado que le pregunta ¿Hay razones que expliquen el gusto?, ¿Es el gusto algo que existe en todos los hombres o es el producto de la educación, del medio social, de las circunstancias históricas, etc.?; ¿Es el gusto algo fundamentalmente racional o algo fundamentalmente sensible?; ¿Es el gusto una facultad?, y ¿Cuál es el papel del gusto dentro del conjunto de las apreciaciones artísticas?; la mujer reflexiona y se da cuenta que ha pasado por la vida sin pensar en el gusto y que simplemente lo ha asumido como un sentido más, de aquellos que nos ayudan a apreciar la realidad, pero no sabe qué tan dotada esta para apreciar el gusto de la manera correcta, y mucho menos si tiene la capacidad para estar facultada o no para saber de gusto.

El gato sale al jardín y se encarama en una de las mesas metálicas, de un tiempo a la fecha le ha tomado gusto a escuchar la charla sin sentido de los pájaros, el escarabajo ha emprendido el vuelo aun y con las advertencias del reloj de que aún faltan horas para que el atardecer aparezca, la araña extraña su raña, por más que busca la salida, no hay manera de salir de un reloj sellado por su voluntariedad, el reloj ríe a carcajadas y marca los minutos adecuados para que la mujer se dé cuenta de que debe salir a la ciudad para encontrarse con el personaje de las partículas elementales.