jueves, 31 de marzo de 2011

Divagaciones Eclécticas




De: Laura Martínez Domínguez

La mujer despertó con la certeza de que sus espejos estaban nostálgicos, el gato brinca a la cama y se acurruca junto a ella, en tanto el reloj marca el minuto más triste del día… la araña lo adivina y se instala en el numero 8 para ver si el infinito le da una pista para encontrar la salida.

La mujer opta por levantarse y al dirigirse a la cocina encuentra a Diógenes Laercio hablando de un filósofo, llamado Potamón de Alejandría, quien seleccionó lo mejor de las opiniones de cada escuela. La mujer no sabe a qué se refiere, además es absurdo despertar y encontrar a Diógenes Laercio sentado en la mesa de su cocina hablando de un filósofo desconocido, y sobretodo encontrarlo comiendo el cereal que ella adora.

Cuando la mujer se dispone a hacerle compañía a Diógenes Laercio y tratar de entender lo que dice, entra San Clemente, y manifiesta que hay algo bueno en cada escuela filosófica, de modo que pueden usarse ciertas doctrinas filosóficas griegas siempre que sea como medios y no como fines.

El gato entra a la cocina y la mujer descubre que el gato trae arrastrando a las doctrinas eclécticas quienes abundaron durante el Renacimiento especialmente en los autores que de algún modo aspiraron a conciliar las principales "escuelas"; como las "escuelas" de Platón, Aristóteles y los estoicos… estos últimos hacen que el gato se relama los bigotes, espera que aun queden raciones de estoicos en tiras, a lo cual la mujer le contesta que desafortunadamente ya no queda ninguna, pero que aún conserva cajas de felicidad aristotélica, perfecta para este día de nostalgia… el gato acepta la oferta.

El reloj deja a los minutos tristes y decide volver a los siglos, por lo que la casa es suspendida en el siglo XVIII en el cual se tendió a considerar el eclecticismo como una "secta filosófica", la secta ecléctica, de muy larga historia. La frase secta ecléctica encanta tanto al escarabajo que decide unirse a ella, quizá pueda así conciliar el ser un coleóptero con el querer ser epistemológico.

Llega el correo y un sobre dirigido al escarabajo que alguna vez quiso ser epistemológico dice lo siguiente “El método propio de la secta ecléctica consiste en elegir de todas las demás sectas las opiniones que son más apropiadas a la verdad y más apropiadas para ser unidas con las propias meditaciones", la araña se descuelga del segundero del reloj y se pregunta si a ella la aceptaran también en esa secta aunque no sea un coleóptero. Ningún sobre llega dirigido a ella.

La mujer consulta al libro rosado, dado que Diógenes no dijo gran cosa, solo comió cereal y se fue, por lo que el libro rosado dice que el eclecticismo es presentado como "una doctrina muy razonable" practicada antes de que surgiera su nombre por los antiguos y revivida por modernos tales como Girolamo Cardano, Francis Bacón, Tommaso Campanella, Descartes, Leibniz, etc. La mujer trata de interrogar a cada uno de ellos, sin embargo, todos al parecer tienen prisa, porque en esta ocasión no toman asiento en su sala y simplemente desaparecen por la puerta de la cocina.
La mujer se sienta en el diván anaranjado y piensa sobre el eclecticismo, en esa tendencia a ver aquello que sirve de dos cosas y empezar a construir en base a ellas, piensa que quizá su vida debería ser ecléctica, porque siente que ha vivido dos vidas; la que acaba de dejar y la que apenas comienza… quisiera tomar lo bueno de ambas y así empezar a vivir.

Sus divagaciones son interrumpidas porque el gato juega con varios filósofos como Cicerón, Andrónico de Rodas, quienes acaso se considerarían como eclécticos, pero sólo en tanto que no resulta siempre fácil adscribirlos a una determinada "escuela".

Llega el cuarteto de ardillas, quienes al parecer siguen con su sordera crónica por lo que no oyen a los "leibnizianos" y a los "wolffianos" quienes además de venir detrás de ellas, no serían llamados hoy "eclécticos", sino por ventura "dogmáticos". La mujer los observa y les pregunta a las ardillas porque tanta ausencia… las ardillas no contestan, la mujer se reprime por olvidar siempre su sordera… el gato trata de detenerlas, pero una vez más, las ardillas abandonan el diván, dejando a los leibnizianos" y a los "wolffianos preguntándose porque están en un diván; la mujer les muestra la salida.

El reloj anuncia un minuto de retraso, al cual la mujer hace caso omiso y libera a Víctor Cousin del atuse del gato, para quien el eclecticismo es a la vez una posición filosófica y una determinada fase en la historia de la filosofía. La mujer lo observa con atención, el eclecticismo empieza a tomar sentido.

El escarabajo se instala en la mesa al lado del diván, en tanto que el gato tiene las patitas húmedas dado que justo cuando iba al jardín la posición filosófica que consiste en la adopción de un criterio en vista del cual se seleccionan las doctrinas del pasado, fue derramada y el gato simplemente se mojó las patitas con ella, la mujer le advierte que no podrá subir al diván.

El reloj marca un minuto desprovisto de siglos y de tristeza, la araña no encontró la salida y tampoco la aceptaron en la secta ecléctica, por lo que decide pasar el día balanceándose en la manecilla grande… el gato sube al diván y un placer subversivo lo invade, el escarabajo sigue en su anhelo de ser epistemológico, y la mujer al consultar al reloj, descubre que es hora de partir dejando a los espejos nostálgicos suspendidos en su habitación esperando su regreso.

jueves, 24 de marzo de 2011

Divagaciones Muertas



De: Laura Martínez Domínguez.

El reloj está francamente enfadado, la mujer ha colocado frente a él a otro reloj… planea finales instantáneos para ese intruso que marca los minutos que él suspende…

La mujer ha terminado de colocar el reloj, algo en él no termina de convencerle, aparece el gato y la araña al ver al nuevo inquilino busca, con preocupación, a otra de su especie encerrada en él; al parecer aun nadie ha errado su camino de esa manera.

El gato salta al diván, sabe de las maquinaciones asesinas del reloj y quiere verlo cómodamente encaramado en el diván… la mujer trata de acompañarlo, pero descubre que Platón señala que la filosofía es una meditación de la muerte, la mujer no puede hacer menos que mirarlo con extrañeza, acaba de percatarse de la molestia del reloj y de sus turbias intenciones.

El reloj no presta atención, divaga sobre las ventajas de elegir una descarga eléctrica a una caída libre… llega Santayana quien dice que una buena manera de probar el calibre de una filosofía es preguntar lo que piensa acerca de la muerte, el reloj se pregunta si pensar sobre la muerte es lo mismo que pensar en darle muerte a alguien.

El gato sigue encaramado en el diván pero escucha en el jardín al sentido restringido, para quien la muerte es considerada exclusivamente como la muerte humana, el gato piensa si podría hacer una excepción y considerar también la muerte de un reloj que fue colocado por error junto aquel voluntarioso que marca horas pegajosas.

Alguien le contesta al gato y le dice que en cierto modo, podría decirse que el significado de la muerte ha oscilado entre dos concepciones extremas: una que concibe el morir por analogía con la desintegración de lo inorgánico y aplica esta desintegración a la muerte del hombre, y otra, en cambio, que concibe inclusive toda cesación por analogía con la muerte humana. La mujer ríe, los relojes también pueden morir.

La mujer regresa al diván, deja al reloj son sus acostumbrados dramas y piensa sobre la muerte, para ella siempre ha sido algo así como un cambio de nivel, como que aprendiste a vivir y pudiste evolucionar.

El libro rosado le dice que preguntarse sobre la muerte supone un análisis de los problemas relativos al sentido de la vida y a la concepción de la inmortalidad, ya sea bajo la forma de su afirmación, o bien bajo el aspecto de su negación.

De pronto aparecen en la sala el atomismo materialista, el atomismo espiritualista, el estructuralismo materialista y el estructuralismo espiritualista quienes defienden, en efecto, una diferente idea de la muerte, aunque no tienen tiempo de explicarlo dado que el reloj ha desquiciado al tiempo de tal manera que los minutos han causado algo parecido a un terremoto en la sala y los sillones han desaparecido por lo que no se pueden sentar y por tanto deciden irse.

La araña escucha a aquellos que han pensado que esta muerte es una simple cesación; otros, que la muerte humana es "la propia muerte".

La mujer le sirve estoicos en tiras al gato, y escucha como en la sala el nuevo reloj ha dejado de funcionar, su mecanismo interno no soportó la presión ejercida y decidió morir…

El reloj aliviado marca uno de esos minutos que te dan la certeza de que el futuro siempre será mejor que lo has vivido hasta ahora… la araña regresa al número 5 a deliberar sobre su propia muerte aun no ocurrida y la mujer encuentra al escarabajo sobre el último libro en el que sin escalas se sumerge.

domingo, 20 de marzo de 2011

Identidades y divagaciones



De: Laura Martínez Domínguez

Cuando la mujer llega, encuentra al gato sobre el diván, a la araña sentada en el numero 7 pensando si emprender su búsqueda u holgazanear el día entero y al reloj practicando el principio de contradicción, para que absolutamente nadie pueda adivinar cuál es el minuto que acaba de marcar.

El escarabajo cae accidentalmente en el hombro de Meyerson, quien en ese momento entraba hablando de la identidad como de aquella inevitable tendencia de la razón a reducir lo real a lo idéntico, esto es, a sacrificar la multiplicidad a la identidad con vistas a su explicación.

La mujer lo escucha, pero no puede sacar al viento de su ventana, aun siente cómo el despoblado ayuda a que lo haga con más fuerza. El gato la invita a sentarse en su diván, en donde esta Aristóteles, quien a pesar de que nunca le interesó la identidad dice que la identidad es "una unidad de ser, unidad de una multiplicidad de seres o unidad de un solo ser tratado como múltiple.

La mujer de pronto repara en la palabra instalada en su casa, llegar de tierras lejanas tiene la consecuencia de la no ubicación ¿O identificación? Inmediata.
El reloj se detiene un segundo, la araña juega con su manecilla y el principio Leibniziano de la identidad de los indiscernibles es la formulación de una de las leyes de la lógica de la identidad y a la vez un principio ontológico o metafísico, la mujer no logra saber exactamente lo que está sucediendo, lo cierto es que Leibniz no ha aparecido, y su principio ha llegado por correo.

El gato encuentra a los idealistas post kantianos quienes hicieron de la identidad un concepto central metafísico, el gato evoca el idéntico recuerdo de aquel cerdo, aunque llega a la conclusión que tenerlo de nuevo en casa seria de lo más absurdo.

La mujer por fin retorna al diván, y Hume critica la noción tradicional del yo alegando que la idea de esta supuesta entidad no se deriva de ninguna "impresión" sensible. Considerando que el problema de la identidad personal es insoluble, y al menos él se contenta con la relativa persistencia de haces de impresiones en las relaciones de semejanza, contigüidad y causalidad de las ideas. La mujer piensa en la identidad, y lo hace ahora que llega de aquellos lugares que tienden a ser semejantes, a unificarse unos con otros.

El gato arrastra su tazón y en Kant la identidad se hace trascendental en tanto que es la actividad del sujeto trascendental la que permite, por medio de los procesos de síntesis, identificar diversas representaciones en un concepto, nadie toma en cuenta al gato por lo que la araña ríe a carcajadas, contagiando al reloj.

La mujer los escucha, Hegel llega, abre la puerta sin tocar, se instala en el idéntico sillón de la sala y distingue entre la identidad puramente formal del entendimiento y la identidad rica y concreta de la razón. Cuando lo Absoluto es definido como "lo idéntico consigo mismo" parece no decirse nada sobre lo Absoluto. Pero la "identidad concreta" de lo Absoluto no es una identidad vacía. La mujer, el gato y la araña, no logran captar a cabalidad las palabras de Hegel, su estilo obscuro para hablar hace que se pierdan en la absoluta divagación de una idea.

Heidegger trata de arreglar las cosas e indica que la fórmula A = A se refiere a una igualdad, pero no dice que A sea como "lo mismo", la mujer repite la formula, llena el tazón del gato, el cual se da cuenta que contiene estoicismo en tiras delgadas, la mujer se dice una vez más que la formula A=A, es igualdad, pero no significa que sea lo mismo, que la identidad tenga que ser idéntica, sino solo una manera de unificar las cosas.

La mujer vuelve al diván, se instala en él, y consulta al libro rosado quien le dice que en la identidad propiamente dicha hay la idea de la "unidad consigo misma" de la cosa, idea ya perceptible en los griegos, pero desarrollada solamente con Leibniz y Kant, y sobre todo con los idealistas alemanes: Fichte, Schelling y Hegel. Desde éstos no podemos ya representarnos la identidad como mera unicidad, la mujer observa como aquellos que faltaban van poblando su casa e instalándose según su respectivo tamaño, en los sillones o en la cocina.

El gato ha terminado con los estoicos, un sabor fuerte le ha quedado entre la lengua y el paladar, la mujer despide a los filósofos asegurándoles que ahora sabe que la identidad, es más que unicidad. La araña decide olvidar su pereza y buscar la idéntica búsqueda de la salida perfecta del reloj; el escarabajo se ha instalado de nuevo en la mesa al lado del diván, en tanto el reloj está francamente agotado luego de tantas horas de principio de contradicción, por lo que les advierte que estará suspendido hasta el próximo minuto… la mujer lo ignora y abandona el diván.

sábado, 12 de marzo de 2011

Lenguajes Divagantes




De: Laura Martínez Domínguez.


La mujer se recuesta en el diván, el gato está ausente y el reloj haciendo alarde de una exactitud recién adquirida, marca un minuto bastante alentador… el diván el día de hoy ha tomado otras dimensiones, la mujer lo siente más grande que de costumbre, como si hubiese algo que turbase su pensamiento y no fuese capaz de explicar con palabras.

Llegan muchos pensadores griegos equiparando de algún modo lenguaje y razón: ser un animal racional significaba en gran parte ser un ente capaz de hablar y al hablar reflejar el universo. La mujer no abandona el diván, pero los escucha con atención, y piensa en si ha dejado de ser racional o simplemente este día las palabras huyeron junto con el gato.

La araña al buscar la salida del reloj, como cada mañana, encuentra a los sofistas examinando al lenguaje tanto desde el punto de vista gramatical como retorico y humano. La araña no sabe qué era lo que pretendían, sin embargo, los sofistas no contestan.

El reloj marca varios siglos al unísono y todos logran escuchar como en la Edad Media las cuestiones relativas al lenguaje fueron tratadas dentro del marco de las investigaciones lógicas… la mujer piensa que en ocasiones a su lenguaje se le escapa la lógica y no logra ser el animal racional que se supone que es. El reloj vuelve a marcar siglos, dado que ha perdido el péndulo, por lo que aparece la Edad Moderna, el gato y Urban arrastrado por él, diciendo que existen dos actitudes respecto del lenguaje: una actitud de confianza en el lenguaje y en su poder lógico y una actitud de desconfianza respecto al lenguaje.

El gato piensa que las actitudes deberían venir en grandes cajas, cuyo contenido sea redondamente delicioso, algo así como círculos infinitos de sabor… Urban continúa y dice que la primera actitud es representada sobre todo por los racionalistas y la segunda es representada sobre todo por los empiristas y en especial por los que fueron, además, nominalistas. El gato sale en busca de la mujer, en el camino, encuentra a los empiristas, quienes solieron tratar el lenguaje extensamente, lo curioso es que en ese momento cuelgan de su cola Hobbes, Locke, Berkeley y Hume, el gato se percata de ello y corre para deshacerse de ellos.

La encuentra aun en el diván, con las ganas inmensas de no abandonarlo hasta que dé con la palabra exacta, hasta que el diván vuelva a tener las dimensiones correctas. Llegan el gato, Vico y Herder, quienes se interesaron ante todo por estudiar el modo o modos como el lenguaje surge en la sociedad a lo largo de la historia; el gato los interrumpe diciendo que la historia de su tazón es que en este preciso momento esta vacio… la mujer accede a llenarlo, buscando en la cocina neopositivistas redondos e infinitos quienes sobresalen en el interés por las cuestiones relativos a la estructura del lenguaje… el gato encantado de la redondez se relame los bigotes.

El reloj al abandonar los siglos, marca minutos de un pasado que aun se cuela entre las hendiduras del dolor, entre el recuerdo que revive una y otra vez, la araña cansada de buscar se instala en el numero 5 y desde la traición y la deslealtad de las horas vividas, sale Heidegger diciendo que en él el lenguaje aparece bajo la forma del habla, como uno de los modos en que se manifiesta la degradación o inautenticidad del Dasein. La mujer en esta ocasión no quiere oírlo, le recuerda a la deslealtad. Por lo que Heidegger se ve obligado a abandonar el diván.

La mujer oye cómo se abre la puerta de la cocina y cómo Wittgenstein toma asiento, la mujer abandona el diván y lo acompaña, este le dice que el lenguaje aparece primero como una especie de impedimento para conseguir el "lenguaje ideal" en donde la estructura del lenguaje corresponde a la de la realidad. La mujer se pregunta si podrá dimensionar una realidad sin lenguaje.

Sin embargo, varios autores se sientan alrededor de la mesa, piden galletas y afirman que el pensamiento y el lenguaje son una y la misma cosa. Pensar y hablar… la muer piensa, pero no logra hablar ¿será esto acaso una manera de lenguaje? La mujer vuelve al diván, pero se encuentra con los filósofos que se han preocupado sobre todo de las cuestiones suscitadas por la estructura del lenguaje, por la relación entre lenguaje y pensamiento, lenguaje y realidad. Todo es a la vez lo mismo y tan ajeno.

La mujer tiene que salir, el diván ahora tiene dimensiones descomunales y no le importa que ciertos autores arguyan que el lenguaje es capaz de falsificar el pensamiento por ser incapaz de seguir las visiones de fondo de la realidad proporcionadas por la intuición.

La mujer toma sus cosas, y ante el asombro expresado por todos, reloj incluido, cierra la puerta y sale a buscar las palabras exactas, para que su pensamiento se traduzca en el lenguaje que le indique que el ultimo bosque aun existe.

lunes, 7 de marzo de 2011

Divagaciones Imaginarias




De: Laura Martínez Domínguez.

La mujer y el gato se encuentran recostados en el diván, el gato pensando que su tazón debería ser llenado y la mujer lee que un fin de semana más, ha muerto.

La araña grita al percatarse de que tiene a varios autores modernos sentados junto a ella en el número 8, los autores le dicen que el infinito los sedujo, además de que han reconocido que la imaginación es una facultad distinta de la representación y de la memoria. La araña no tiene tiempo de decirles que abandonen el número 8, el reloj al marcar el minuto perdido de una hora incierta los obliga a hacerlo.

La mujer los escucha, piensa en la imaginación, en la memoria en lo fácil que en ocasiones resulta mezclarlas; abandona el diván, se sienta junto a la ventana e magina que se encuentra rodeada de pinos, que entra en un castillo medieval, que toma grandes tarros de cerveza… Francis Bacón la interrumpe y le dice que la imaginación es la facultad que se halla en la base de la poesía… la mujer lo mira y trata de decirle algo, sin embargo, llega Descartes con café en mano, y le dice que la imaginación produce imágenes consientes; es en rigor, una representación… los autores modernos volviendo al número 8 protestan.

El gato salta del diván y descubre que trae enredado Hume en la cola, la mujer lo desenreda y Hume le indica que todas las ideas simples pueden ser separadas mediante la imaginación y pueden ser de nuevo unidas en la forma que le plazca.

El reloj ha dejado los minutos perdidos, sabe que de un momento a otro Kant tocará a la puerta y es mejor marcar minutos exactos, Kant suele atusarlo… un minuto exacto… Kant entra y estima que la imaginación hace posible unificar la diversidad de lo dado en la intuición… la mujer siempre requiere más de un minuto para logar saber qué es lo que dice Kant.

De pronto el escarabajo instalado en la mesa instalada a un lado del diván es casi aplastado por el entusiasmo de algunos de los filósofos post-kantianos dado que dieron rienda suelta a la imaginación, el escarabajo observa a Fichte quien estimó al no-yo por medio de la actividad imaginativa… el gato había olvidado al escarabajo, sin embargo es una lástima que no sea comestible.

La mujer llama al gato, sabe que el escarabajo corre bastante riesgo, por lo que le sirve en su tazón filósofos idealistas, mezclados con filósofos de tendencia empirista. El gato pregunta por la combinación y la mujer al leerle la caja le dice que los primeros subrayan la espontaneidad del yo, que tienden a dar mayor importancia a la imaginación; en tanto los segundos se ocuparon más bien de los aspectos psicológicos de la imaginación, el gato se maravilla de la textura que se logra cuando se combinan, migajas imaginarias aparecen sobre sus bigotes.

La mujer regresa al diván y encuentra a Sartre sentado en él, le dice que la imagen que representa la imaginación es un acto sintético que une un saber de imagen a elementos más propiamente representativos… la mujer se instala en el diván dispuesta a entender a Sartre, sin embargo, ve como este liga el mundo de la imaginación al mundo del pensamiento, y además considera que la imaginación está más relacionada con la acción.

La mujer deja a Sartre y por tanto al diván, decide regresar a la ventana, en tanto el reloj marca un minuto que a la araña se le antoja imaginario, porque no ha hecho que los autores modernos abandonen el infinito que proporciona el ocho, el gato regresa luciendo migajas imaginarias colgando de sus bigotes, en tanto el escarabajo ha volado antes del atardecer instalándose en el dintel de la ventana.

La mujer los observa… vuelve a imaginar.