jueves, 30 de junio de 2011

Divagaciones Iluminadas





De: Laura Martínez Domínguez.

Esta mañana el diván anaranjado tiene una extraña luz sobre él; el gato se ha percatado de ello, por lo que corre a despertar a la mujer.

El reloj marca un minuto lleno de desvelo y de horas transcurridas, en tanto la araña ha encontrado el cadáver de un himenóptero, la araña lo mira desconsolada pensando que ella morirá atrapada en el reloj… la llegada de San Agustín la distrae del su supuesto trágico fin, dado que considera que lo que hace posible la percepción de lo inteligible no es la reminiscencia de un mundo de las ideas, sino la irradiación divina de lo inteligible. En suma, hay una "luz eterna de la razón", lumen rationis aeterna, que procede de Dios y gracias a la cual hay conocimiento de la verdad.

La mujer trata de entenderlo, el gato habló algo acerca de una luz extraña en el diván, pero es difícil tomar en serio a un gato que ha decidido usar chaleco y comer bergamotas de cuando en cuando; por lo que acude al diván a constatar el dicho del gato… cierto, el diván está iluminado de manera particular, además el libro rosado ha aparecido luego de haberse extraviado una semana completa dentro de una iluminación carente de divinidad.

El escarabajo está francamente agotado, durante la semana, tuvo que escapar varias veces del pico de un cuervo medieval instalado en el jardín, y ataviado de una bufanda… por lo mismo ha trasladado sus ocho patas al dintel de la ventana y vuela justo antes de que anochezca.

La mujer regresa al diván, el libro rosado le dice que si se admite que por medio de la iluminación el alma puede contemplar a Dios directamente, se obtiene una conclusión "ontologista", la mujer no sabe a qué se refiere, por lo algunos filósofos modernos en pleno desarrollo de conclusiones aparecen y la mujer observa como Rosmini y Gioberti, toman asiento lentamente en los sillones de la sala.

El libro rosado continua diciendo que si se admite que por medio de la iluminación se tiene un conocimiento directo del contenido de las verdades inteligibles, se obtiene una conclusión similar a la que Malebranche y a la de los autores que proclamaron que "lo vemos todo en Dios", entran diciendo casi a gritos; sin embargo, al ver que es innecesario tal volumen, callan de tajo y toman asiento; así, continua el libro rosado afirmando que si se prescinde totalmente de este conocimiento, el saber inteligible se separa completamente del sensible tal como sucede con Gregorio de Rimini, quien entra a la sala arrastrado por el gato, quien salió al jardín en busca del cuervo medieval y solo encontró al filósofo, por lo que decidió arrastrarlo hasta la sala.

Aparece una vez más San Agustín quien al parecer solo fue un momento a la cocina y afirma que la iluminación hace posible llevar lo sensible hacia lo inteligible, en cuanto San Agustín termina de decirlo aparece Santo Tomás diciendo que su concepción consiste esencialmente en suponer que hay un entendimiento activo que ilumina la esencia de lo sensible y la hace inteligible al entendimiento pasivo. El conocimiento se obtiene, pues, mediante "abstracción" de los inteligibles en las cosas sensibles.

El libro rosado le puntualiza a la mujer que mientras Santo Tomás se interesa por averiguar el modo como se forman los conceptos, San Agustín se interesa por descubrir el modo como se obtiene, y "percibe", la verdad, o las verdades, inteligibles.

De pronto el reloj empieza a marcar minutos tan desesperados que la araña teme una franca descompostura, en tanto el diván anaranjado resplandece de tal manera que la mujer imagina una combustión espontánea, además los filósofos instalados en los sillones de la sala discuten acaloradamente… la desesperación del reloj redundó en la época medieval desde donde vienen un cuervo con bufanda y Mateo de Aquasparta, Juan Pecham, Enrique de Gante, filósofos que al parecer gustan del té sumamente caliente, dado que todos llegaron con sus respectivas tazas.

El gato se percata que los filósofos han estado hablando de la iluminación divina, y encaramado en el diván se pregunta por qué no lo adorarán a él, dado que es poderosamente divino… la mujer trata de no herir los sentimientos del gato el comentario que merece… la araña si irrumpe a reír a carcajadas y el reloj celebra las elucubraciones del gato con minutos efímeros y absurdos.

En ese momento entra San Buenaventura quien estima que se alcanza un conocimiento de los primeros principios (tanto de la realidad natural como de la conducta humana) por medio de una abstracción semejante a la aristotélica, de modo que tales principios no se hallan ya desde el comienzo "infusos" en el alma, por otro lado destaca la importancia de la iluminación divina en lo que toca al conocimiento de las verdades eternas y del reconocimiento de estas verdades como tales.

La mujer se instala en el diván anaranjado, piensa en la iluminación y su falta de fe la hace discrepar severamente cuando afirman que solo en Dios se conoce a la verdad… ella ciertamente no conoce a Dios y dicen que siempre está muy ocupado no existiendo, así que la iluminación le fue ajena, tanto que los filósofos abandonan la casa rápidamente al darse cuenta que sus palabras tienen un eco descompuesto y que en el único que lograron tenerlo fue en un gato que se cree poderosamente divino.

El gato hace caso omiso de las palabras de los filósofos y pide una porción grande de filosofía romántica en su tazón, la araña ha olvidado el cadáver del himenóptero y reanuda la eterna búsqueda: encontrar la salida, el reloj marca un segundo pausado; en el jardín se oye una pelea: el escarabajo tiene que escapar de nuevo del pico del cuervo medieval y la mujer abandona el diván para reunirse con una Palomilla Apocatastasica.

viernes, 24 de junio de 2011

Divagaciones Jurisdiccionales




De: Laura Martínez Domínguez


Ahora que el diván anaranjado ha regresado a su sitio acostumbrado, el gato se rehúsa a abandonarlo, incluso ha intentado trasladar su tazón a él, pero la mujer lo tiene prohibido; por lo que el gato come a toda velocidad y regresa a encaramarse en el diván anaranjado.

La mujer busca al libro rosado, no logra encontrarlo, teme haberlo perdido u olvidado, en ocasiones pasa, además el libro rosado es particularmente escurridizo… en su lugar encuentra el libro de pastas duramente azules y con él a una palabra compuesta, un concepto ambiguo: jurisdicción… la mujer sabe que no la tiene enredada en sus cabellos, sabe que es una palabra de esa profesión aprendida de memoria.

El reloj marca un minuto con desapego y se escuchan voces latinas diciendo que jus significa derecho, recto y dicere proclamar, declarar, decir. La araña las escucha y ve que al abrirse la puerta entra Becerra Bautista haciendo eco a las voces latinas afirmando que su raigambre latina proviene de jurisdictio-onis o poder o autoridad que se tiene para gobernar o poner en ejecución las leyes, o para aplicarlas en juicio.

El libro de pastas duramente azules le dice que de manera vulgar se entiende por jurisdicción el campo o esfera de acción o de eficacia de los actos de una autoridad, y aun, con exagerada amplitud, de un particular… la mujer piensa en qué tanta jurisdicción tendrá sobre el diván anaranjado…

En la cocina, el escarabajo epistemológico empieza a temer por su integridad física dado que llegan a tropel Barthelemy, Ducrocq, Duguit, Hauriou, Carré de Malberg y Kelsen encabezando a la corriente que niega la existencia de la jurisdicción como actividad autónoma y distinta de la funciones de hacer del derecho y la de aplicarlo y le atribuyó un quehacer complementario a la tarea administrativa… la mujer al oír el alboroto suscitado en la cocina abandona el diván y encuentra a los juristas comiendo pasta con salsa de tomate… a la mujer le sorprende la capacidad que tienen para encontrar cosas en su alacena.

El reloj les marca un minuto que además de hacer que la araña proteste por no encontrar la salida y tener que sortear manecillas día con día, hace que otro grupo de autores entren en la cocina, y solo porque estos si consideran la jurisdicción como una potestad del gobierno, grupo encabezado por Lampue, quien despide a los demás y toma asiento con el grupo de contraria ideología.

El gato corre a la cocina, espera ser parte del festín de la pasta y la salsa, pero resulta que se ha terminado, por lo que la mujer le sirve un poco de doctrina jurídica en el tazón… el gato nunca sabe cómo abordarla, por ello la saborea respetuosamente.

Goldschmidt llega sosteniendo que la jurisdicción es una facultad-deber de un órgano del estado para administrar justicia. Al parecer con él venían también los procesalistas italianos, entre ellos, Chiovenda, Ugo Rocco para quienes la jurisdicción consiste en la actuación de la ley mediante la sustitución de la actividad de órganos públicos a la actividad ajena, ya sea afirmando la existencia de una voluntad de la ley, ya poniéndola posteriormente en práctica; Carnelutti también viene con ellos estableciendo un panorama general de la funciones públicas que se presentan mayoritariamente en la organización constitucional del Estado de esquema occidental, donde el poder legislativo crea normas legales, mientras que el administrativo y el judicial las aplican o ejecutan.

La mujer regresa al diván anaranjado y hojea al libro de pastas duramente azules, quien le dice que la jurisdicción puede concebirse como una potestad-deber atribuida e impuesta a un órgano gubernamental para dirimir litigios de trascendencia jurídica, aplicando normas sustantivas e instrumentales por un oficio objetivamente competente y un agente imparcial… la mujer piensa en la jurisdicción, en ese decir el derecho en el que en algunas ocasiones se les escapa la vida o le detiene la respiración… el gato salta al diván y se acomoda junto a ella, y le informa que la doctrina jurídica es un tanto tautológica, la mujer le promete tener algo de filosofía en lata para mañana…

El reloj marca un minuto positivo y vigente, el escarabajo no está seguro si ya es antes del atardecer, por lo que permanece sobre la cortina de la ventana, esperando a que el sol le dedique un guiño… la araña quisiera tener autoridad suficiente para ordenarle al reloj que fuese exacto y que le mostrara la salida… el gato escucha ruidos en el jardín y descubre un cuervo medieval que usa bufanda y la mujer abandona el diván anaranjado para sumergirse en esa ciudad que le promete una tarde de huida y soledad.

lunes, 20 de junio de 2011

Divagaciones y Emociones




De: Laura Martínez Domínguez

La mujer despierta y al reflejarse en el espejo encuentra una duda… su diván aun no ha sido traído a casa y aun nadie sabe cuando aparecerá.

El gato aun no abandona la idea de usar chaleco y la araña se instala en el numero 7 sintiendo como se escurre su vida entre minutos que mas que pasar, estallan.

El libro rosado se encuentra encima del televisor, al parecer el que el diván no esté, también le ha afectado, la mujer lo toma, busca una palabra y desde el espejo en donde se refleja una duda aparece la palabra emoción… la mujer no alcanza a dimensionarla dado que cual desfile circense aparecen filósofos a los que el libro rosado no les da nombre ni rostro y a coro surgen discutiendo el papel que las emociones desempeñan en la vida humana. Algunos provistos de máscaras amorfas proclaman que debe buscarse una armonía de las emociones; otros, que deben cultivarse solamente aquellas emociones que causan alegría o placer; otros, que, cualesquiera que sean las emociones habidas, han de experimentarse con moderación; otros, finalmente, que es mejor descartar las emociones — lo que se suele manifestar usualmente como necesidad de "descartar las pasiones".

La mujer no sabe qué hacer, tantos filósofos no caben en la sala, por lo que los empieza a desalojar uno por uno; sin embargo, el libro rosado al parecer ha decidido burlarse de ella porque aparecen cada vez más filósofos que se inclinan por esta última alternativa (entre los cuales descollaron los estoicos) y fundan su doctrina en una idea de la emoción como perturbación innecesaria del ánimo.

El reloj marca un minuto desesperado y cuando la mujer logra sacar al último filósofo sin rostro aparece Aristóteles, describiendo a la emoción como una de las tres clases de cosas que se encuentran en el alma… la mujer añora su diván, Aristóteles se da cuenta y le recomienda un poco de temperancia.

El escarabajo está sobre una carta que escribió San Agustín, en donde describe que la voluntad justa es un amor bueno; la voluntad perversa, un amor malo… la mujer la toma y trata de desentrañar el sentido de las palabras, trata de dimensionarlas, de sentirlas, de emocionarse con un nuevo amor bueno…

El gato saca a la mujer de sus divagaciones diciéndole que si no puede usar un chaleco, por lo menos debería de llenar su tazón, la mujer encuentra en un rincón obscuro de la cocina algunos behavioristas que al servirlos se expanden y adquieren formas oblicuas, por lo que el gato se da cuenta de los esfuerzos hechos con el fin de distinguir entre la emoción y la expresión de la emoción… el gato se relame los bigotes, pero conserva algunas migajas.

La mujer, en la desolación total por la falta del diván se sienta en uno de los sillones de la sala y observa como el reloj empieza a marcar minutos tan aprisa que hace correr a la araña, la cual lamenta la aparición temporal de la época moderna en donde ha sido muy corriente considerar las emociones como una forma inferior de actividad intelectual… la mujer se detiene un momento y el reloj haciendo alarde de endopatía suspende sus manecillas para que el tiempo flote en 30 campanadas inexistentes… la mujer piensa en la última frase, en el hecho de ser la forma inferior de la actividad intelectual… al parecer las emociones no deben de salir de las vísceras, sino que el cerebro debe de procesarlas primero… la mujer olvida la idea por considerarla absurda.

En ese momento se da cuenta de que William James está sentado a su lado y le dice quedamente Sentimos algo porque lloramos; estamos furiosos, porque golpeamos; temerosos, porque temblamos y no lloramos, golpeamos o temblamos, porque sentimos algo, estamos furiosos o temerosos, el gato salta al regazo de la mujer y el reloj le marca un minuto desde un pasado cercano en donde la furia tenía demasiado sentido.

La mujer se levanta, posa al gato en el sillón y corre a abrir la puerta, para su sorpresa es el exterminador de hormigas, quien al parecer ha eliminado a todos esos seres diminutos boicoteadores de divanes, y el diván está listo para ocupar su lugar en el centro de la sala, todos en la casa experimentan aquella forma inferior de actividad intelectual.

El diván está ahora en el centro de la sala, la mujer se sienta en él y escucha entrar a Max Scheler quien hace de la emoción un acto intencional en el cual son dadas esencias sin significaciones, agregando que la vida emocional posee, su propia autonomía; acto seguido se levanta y sale por la ventana, la mujer se pregunta cómo bajará, dado que gusta de la altura para vivir.

El gato salta al diván, trae a Ernst Cassirer pegado a una de las patitasl, quien ha escrito lo siguiente: La expresión de una emoción no es la propia emoción: es la emoción convertida en imagen; la mujer y el gato lo miran con la misma duda que refleja el espejo.

El reloj marca una hora prolongada en una tarde venida del pasado y Jean-Paul Sartre dice el estudio de las emociones se halla encaminado asimismo a destacar su autonomía y su intencionalidad, la mujer se sorprende a si misma entendiendo las palabras de Sartre, por lo que lo invita a que se siente en su recién recuperado diván, pero el filosofo le dice que llega tarde a una cita en un café de parís, la mujer lo observa alejarse.

El libro rosado regresa al diván, la mujer lo toma y lee por última vez la palabra emoción… el gato se adormece pensando en que extrañará a las hormigas boicoteadoras, la araña experimenta una vez más el deseo de escapar del reloj, pero aun no logra encontrar la salida; el escarabajo se balancea epistemológicamente en la orilla de la mesita instalada junto al diván, el reloj marca un minuto que anuncia el retraso del personaje de las partículas elementales y la mujer permanece en el diván anaranjado.

domingo, 12 de junio de 2011

Divagaciones Egoístas



De: Laura Martínez Domínguez


El reloj, luego de cinco días de inactividad total, en donde pasó horas enteras con las manecillas estáticas, marca un minuto estrepitosamente exacto. La araña se pregunta cuándo dejará de suspender el tiempo, el reloj le da una hora expectante a manera de respuesta.

El gato a falta del diván, ha estado encaramado en la mesa de la cocina, y ha comunicado a la mujer que desea usar chaleco, ha visto a un conejo que hace lo mismo y piensa que también a él le sentaría bien… la mujer lo ha ignorado pensando en cuándo llegará su diván.

Debe abrir la puerta dado que Schopenhauer toca con fruición y dice que durante el siglo XIX se tendió o bien a distinguir entre "egoísmo teórico" y "egoísmo práctico".

La mujer se pregunta de dónde ha salido esa palabra, busca entre sus cabellos y resulta que el personaje salido de sus sueños se la enredó hace tanto tiempo que lo había olvidado o simplemente se acostumbró a ser adjetivada de esa manera.

Aristóteles dice que el amor a sí mismo se refiere a lo que se ha llamado con frecuencia egoísmo. La mujer lo escucha y trata de asimilar el concepto preguntándole si es verdad lo que afirma… el filósofo al no encontrar el diván anaranjado sale por la puerta principal.

La mujer sale de la cocina rumbo a la sala, y encuentra a Hobbes, Spinoza, Bernard de Mandeville y otros, quienes mientras buscan dulces en los estantes, han indicado que los hombres se mueven por sus propios intereses, es decir, "egoísticamente".

El escarabajo los escucha y se sorprende que no estén en la cocina, él ahora está en un costado del tostador, la mañana le pareció particularmente fría.

En la sala los filósofos han encontrado dulces por lo que se repantingan sobre los sillones y dicen que la afirmación anterior parece hacer imposible la sociedad. Pero es posible concebir una sociedad donde, sin haber desaparecido el egoísmo, se haya transformado; en verdad, la transformación del egoísmo de cada cual (que lleva a la aniquilación de todos por todos) en egoísmo colectivo (por medio del cual cada individuo adquiere una relativa seguridad) es lo que hace posible, según dice Hobbes, la sociedad.

Bernard de Mandeville, le contesta y le dice que, por otro lado, la combinación de los egoísmos individuales puede dar lugar, y da usualmente lugar, a beneficios comunes.

Abruptamente se levantan y salen por la puerta de la cocina tropezando con Le Dantec quien afirma que el egoísmo es, el "constitutivo natural" del hombre que se revela tan pronto como se prescinde de todo lo que ha agregado al hombre "la cultura" y el llamado "progreso"… la mujer lo escucha con atención, quizá ser adjetivada de esa manera no sea tan terrible como alguna vez lo pensó, quizá fue el tono usado por el personaje salido de sus sueños lo que la hizo entrar en crisis y en ese momento no poseía ironías.

Kant, la interrumpe diciendo que hay que distinguir entre egoísmo lógico (en el cual se mantiene el propio juicio sin considerar el de los demás), egoísmo estético (en el cual se afirma el propio gusto), egoísmo moral (en el cual el individuo se confina a su propia acción) y el egoísmo metafísico (en el cual se rehúsa reconocer la existencia, o justificación de la existencia, de otros "yos" o de la "realidad externa")… la mujer se pregunta si el personaje salido de sus sueños se referiría a una distinción en particular… la pregunta queda en el aire porque el gato al escuchar metafísico corre en busca del cerdo metafísico, y la mujer le dice que lo encontró sobre una ballena usando un sombrero de pluma… el gato vuelve a afirmar que él quiere utilizar chaleco.

Llegan Stirner y Nietzsche, discutiendo sobre el egoísmo, el primero dice que se trata del resultado de la afirmación de "mí mismo" como "único". En tanto que el segundo dice que se trata de la "autoafirmación" y de la "voluntad de poder".

La mujer les ofrece unos vasos con jugo de arándanos, los filósofos aceptan mientras se les une Unamuno quien ha empleado también el vocablo 'egotismo' (y 'egotista') para diferenciarlo de 'egoísmo' (y 'egoísta'): "El egoísta es el que defiende y exalta sus intereses, sus cosas, no a sí mismo, al yo que es, y el egotista es el que se defiende y exalta a sí mismo, al yo que es. Los filósofos no logran contestar porque llega Ezequiel de Olaso diciendo que Unamuno "aparente enemigo del egoísmo lo critica pero extremándolo y al egoísmo del tener opone el egoísmo del ser"

La mujer los deja en la cocina, trata de sentarse en su diván pero resulta que aun no está listo luego de la invasión de hormigas, el gato llega a la cocina y pide un llenado de tazón, específicamente de cucharadas de vida dionisiaca, el escarabajo ha volado, sabe que aun no es antes del atardecer pero ciertamente decidió ser egoísta con su propio tiempo, pensó que ser epistemológico debía de darle ciertas ventajas; el reloj marca un minuto más, por lo que todos en la casa se sientan a esperar a que el diván aparezca.

viernes, 3 de junio de 2011

Divagaciones Intencionadas.




De: Laura Martínez Domínguez.

Sin saber porqué, la mujer se encuentra en el diván anaranjado, quizá es porque desde hace días su reloj marca horas tan inciertas como instantes suspendidos…quizá porque una palabra se le ha enredado en el cabello desde hace días…

El gato se halla en la cocina, la mujer encontró figuritas de escolásticos empanizados y el gato las devora con religiosidad. Mientras tanto la araña se descuelga del segundero, el cual se mueve en intervalos tan irregulares que lo único que se siente es el tedio adherido a un día cualquiera.

El reloj ha avanzado y al parecer en la ciudad ha dejado de llover, por lo que San Buenaventura escribe lo siguiente: "La intención significa a veces la potencia que tiende a algo; a veces, la condición según la cual tiende o intenta; a veces, el acto de tender a; a veces, la cosa misma a la cual tiende, la mujer escucha la palabra enredada en su cabello y trata de retener a San Buenaventura, pero éste escapa.

Santo Tomás entra diciendo que el vocablo 'intención' intentio, expresa la acción y efecto de tender —tendere— hacia algo — aliquid tendere.

La mujer trata de escucharle pero ha descubierto que una comunidad de hormigas ha invadido su diván, la mujer se debate entre dejarlas o mandarlas exterminar, dado que no pretende que su acción se entienda mal intencionada.

Avicena, distingue entre intenciones sensibles, intenciones no sensibles e intenciones inteligibles, a lo cual la mujer no sabe que contestar, y se pregunta qué tipo de intenciones serán aquellas que urden el exterminio de una comunidad entera de hormigas.

El gato al parecer aun no termina con las figuras de escolásticos empanizados dado que usaron 'intención' en otras acepciones, aun cuando todas ellas tuvieran su raíz en la idea del tender a que implica un sujeto que tiende a y un objeto hacia el cual se tiende.

En la sala algo se ha derramado, y se encuentra salpicada de edad media, por lo que Franz Brentano recoge la significación escolástica de intentio que había sido crecientemente olvidada durante la época moderna… nadie acude a su auxilio porque Husserl observa al respecto que el cogito cartesiano es intencional y que cada cogt'to tiene su cogitatum… y es tanta la conmoción de los habitantes de la casa al no lograr entender una silaba, que Franz Brentano, opta por encontrar un lugar donde sentarse y decir que los actos psíquicos poseen —a diferencia de los fenómenos físicos— una intencionalidad, es decir, se refieren a un objeto o lo mientan.

Sin embargo, y por lo que todos pueden observar, Husserl, decide acudir al axuilio de Brentano y recoge la idea de intencionalidad, que se interesó más por el elemento de la dirección, estudiando lo que llamó "intenciones" más bien que la naturaleza de los objetos intencionales.

En el momento en el que la mujer está llamando a un exterminador de hormigas llega Ziegler, quien es el primero en usar el término en el sentido presente, 'intención' significaba una acción desde el punto de vista del agente como ser dotado de voluntad, así como en la lógica material y en la epistemología designaba una acción desde el punto de vista del agente como ser dotado de inteligencia; el escarabajo al oír esto, sale de su letargo, despega sus ocho patas del refrigerador, y busca al sol para saber si ya es antes del atardecer, sin embargo, ha empezado a llover de nuevo.

El libro rosado dice intempestivamente que dentro de las propias intenciones o acciones se dan combinaciones inesperadas. Esto es a su vez subrayado por muchos filósofos, los cuales empiezan a desfilar por una sala salpicada de edad media, y todos ven aparecer a Plotino, a los estoicos, a J. P. Sartre… la mujer piensa que lo verdaderamente inesperado es cuando literatos como Pérez Galdós, Dostoievski, Proust, Henry James, Thomas Mann, Graham Greene, desfilan seguidos del gato que en la sorpresa de ver a seres tan desconocidos se encarama en el diván, ignorando por completo que está invadido por hormigas.

De pronto, el reloj ha dejado el letargo, el segundero avanza de nuevo haciendo que la araña sea obligada a saltar al número 12, el que sean dos dígitos la consuela.

La mujer regresa al diván, las hormigas aun lo tienen invadido, pero tiene toda la intención de no dejarlas seguir avanzando… el gato la mira con un tanto de incredulidad y ambos escuchan como al parecer el radio se ha contagiado del mismo mal que la televisión y se enciende solo, la voz de Nietzsche se escucha clara al establecer una división de la historia de la moral en tres grandes períodos:

… “El primero es el periodo pre-moral, en el cual el valor o disvalor de una acción se infieren únicamente de sus consecuencias (incluyendo los efectos retroactivos de las mismas”…

…”El segundo es el período moral, período "aristocrático" en el cual predomina la cuestión del "origen" de la acción moral”…

… “El tercer período es, el período del futuro, el llamado ultra-moral y defendido por los "inmoralistas". En él se considerará que el valor de una acción radica justamente en el hecho de no ser intencional. La intención será considerada únicamente como un signo exterior necesitado de una explicación. Sólo así, cree Nietzsche, se superará la moralidad y se descubrirá una "moral" situada "más allá del bien y del mal"…

La radio se queda en silencio, se apaga…. La mujer y el gato deciden ser inmoralistas y la mujer llama a un exterminador de hormigas, el cual llega al instante y dice que el diván anaranjado tendrá que ser sacado de la casa, la mujer pregunta si es la única manera de exterminar a las hormigas, la respuesta es que lamentablemente se tiene que hacer; el gato al ver que la mujer empieza a titubear le ofrece prudencia aristotélica para que pueda deliberar adecuadamente… se llevan al diván anaranjado… el reloj marca un minuto desolador y la mujer abandona la casa esperando que pronto regrese su diván.