jueves, 25 de agosto de 2011

Personas, Divagaciones y Máscaras.



De: Laura Martínez Domínguez.



El reloj haraganea, marca las horas lentas, los minutos pausados, como si esperara a que alguien regrese… la mujer lo observa e intenta que los deseos del reloj sean solo un capricho más de aquellos que suele tener un día cualquiera.

El gato encuentra una máscara y cuando la mujer lo sorprende con ella, el gato le dice que ha encontrado a una persona debajo del diván anaranjado… la mujer ríe ante semejante afirmación y se instala en el diván pensando en el concepto de persona.

La araña despertó tarde, dado que las horas están más lentas que de costumbre y el reloj no la despertó al jugar con su péndulo favorito, recuerda que debería estar buscando la salida, pero la pereza se apodera de ella y extiende sus patitas sobre el numero 10 para tomar una baño de sol, muy al estilo vida coleta.

La mujer encuentra al libro rosado sobre el diván anaranjado, hurga entre sus páginas y descubre la palabra persona, el libro rosado le dice que se trata de la máscara que cubría el rostro de un actor al desempeñar su papel en el teatro, sobre todo en la tragedia, o sobre el escenario del drama jurídico como diría Guillermo Margadant, la mujer continua leyendo y se da cuenta que persona es "el personaje", y por eso los "personajes" de la obra teatral son dramatis personae… el gato ríe y se pregunta si el también podrá tener una máscara.

El libro rosado continúa afirmando que el vocablo persona fue usado también en el sentido jurídico justamente como "sujeto legal".

De pronto en el jardín los pájaros instalados en el naranjo milenario empiezan a discutir si los griegos tuvieron o no una idea de la persona en cuanto "personalidad humana". Cada quien adopta una posición al respecto y lo cierto es que suele ser negativa, pero aunque es cierto que los griegos —especialmente los griegos "clásicos"— no elaboraron la noción de persona en el mismo sentido que los autores cristianos, se puede presumir que algunos tuvieron algo así como una intuición del hecho del hombre como personalidad que trasciende su ser "parte del cosmos" o "miembro del Estado-ciudad", al cabo de un tiempo, llega el cuervo medieval ataviado con bufanda y los hace callar.

La mujer al oír semejante alboroto se pregunta por qué los pájaros tendrán que decirlo todo a gritos, sin embargo, es interrumpida por San Juan Damasceno quien usa el término persona para definir lo que los latinos llamaron persona como algo que o, mejor dicho, "lo que" se expresa a sí mismo por sus propias operaciones, haciendo presente una propiedad que lo distingue de otras de su misma naturaleza.

Sale San Juan Damasceno y entra San Agustín cargando la idea de persona que pierde la relativa "exterioridad" que todavía arrastraba para enfocarse decididamente sobre la "intimidad"; su idea de relación le sirvió para subrayar el ser relativo a sí mismo de cada Persona divina, por lo cual hay efectivamente tres Personas y no una sola. La idea de "intimidad" —o, si se quiere, la experiencia y la intuición de la intimidad— le sirvió para hacer de esta relación consigo mismo no una relación abstracta, sino una eminentemente "concreta" y "real". El escarabajo se pregunta si él además de epistemológico podrá ser también teológico…

En el momento en que al parecer San Agustín trata de contestarle al escarabajo, entra Boecio, quien por cierto, se refiere al sentido de persona como "máscara", pero pone de relieve que este sentido es sólo un punto de partida para entender el significado último de 'persona' en el lenguaje filosófico y teológico. Y en su Liber de persona et duabus naturis proporciona la definición de persona que es tomada como base por casi todos los pensadores medievales: Persona est naturae rationalis individua substancia — "la persona es una substancia individual de naturaleza racional".

La mujer observa una manecilla casi derretida del reloj, en tanto que San Anselmo, comiendo las sobras de un estofado de la semana pasada, acepta la definición de Boecio, pero señala que hay un contraste entre "persona" y "substancia", según él, en efecto "se habla sólo de persona con respecto a una naturaleza racional individual, y de la substancia con respecto a los individuos, la mayor parte de los cuales subsisten en la pluralidad".

Entra Santo Tomás y trata de la noción de persona en varios lugares de sus obras, recordando asimismo la definición de Boecio y manifiesta que mientras la individualidad se encuentra, propiamente hablando, en la substancia que se individualiza por sí misma, los accidentes no son individualizados por una substancia. La mujer trata de ubicar estas definiciones en el hecho de que siempre ha entendido persona por el ente de derechos y obligaciones.

Occam no le permite profundizar más en la divagación ya que según él, la persona es una substancia intelectual completa que no depende de otro supuesto: la persona es "supuesto" no en cuanto se identifica con el "supuesto", sino en cuanto que es un género del que el "supuesto" es la especie. Es, además, un supuesto intelectual cuya naturaleza individual es completa.

La mujer está por darse por vencida, cuando Bacardo de San Víctor, llega comiendo gomita y distingue entre el sistere en que consiste la naturaleza y el ex-sistere, el "venir de" u "originarse de", en qué consiste el ser persona. La persona se caracteriza por su modo propio de sistere o tener naturaleza, Leibniz le reclama una porción de su bolsa de gomitas mientras dice que la palabra 'persona' conlleva la idea de un ser pensante e inteligente, capaz de razón y de reflexión, que puede considerarse a sí mismo como el mismo, como la misma cosa, que piensa en distintos tiempos en diferentes lugares, lo cual hace únicamente por medio del sentimiento que posee de sus propias acciones.

La araña ha recuperado la energía, y decide encontrar la salida del reloj, pero al parecer este ha dejado de haraganear y ahora las manecillas en lugar de escurrirse, avanzan sin piedad, por lo que la araña no se percata de que Kant ha entrado por la ventana de una de las recamaras y define la persona —o la personalidad— como la libertad e independencia frente al mecanicismo de la Naturaleza entera, consideradas a la vez como la facultad de un ser sometido a leyes propias, es decir, a leyes puras prácticas establecidas por su propia razón, la mujer le pregunta el porqué de su extraña entrada y Kant simplemente se encoge de hombros.

En la sala esta Fichte, para quien el Yo es persona no, o no sólo, porque es un centro de actividades racionales, sino también, y sobre todo, por ser un "centro metafísico" que se constituye a sí mismo poniéndose a sí mismo, el gato lo atusa con una patita, pensando que quizá trajo consigo al cerdo metafísico, pero la mujer le explica que en estos momentos está junto a una máscara totémica, el gato sonríe al pensar que está acompañado de personas.

En ese preciso momento, cuando la mujer piensa que los filosofos dejaran de desfilar por su casa, aparece Max Scheler quien por cierto es muy explícito y dice que La persona es la unidad de ser concreta y esencial de actos de la esencia más diversa, que en sí antecede a todas las diferencias esenciales de actos y en particular a la diferencia de percepción exterior íntima, querer exterior e íntimo sentir, amar, odiar, etc., exteriores e íntimos.

Lo cierto es que la mujer no sabe que pensar, por lo que para acomodar sus ideas se instala en diván anaranjado y piensa que la palabra persona siempre ha tenido ese sentido netamente jurídico, dado su profesión aprendida de memoria, y al hablar de persona es alguien calificado jurídicamente para actuar en un juicio, sin embargo, la idea de máscara también le es conocida.

El libro rosado le puntualiza que en la metafísica antigua había subrayado el sui jurís y la incomunicabilidad de la persona; la ética y la metafísica contemporáneas han destacado su "apertura" (su "intencionalidad radical") y su comunicabilidad. Una posición plausible es la que consiste en afirmar que la realidad llamada persona oscila continuamente entre la absoluta "propiedad" y la absoluta "entrega". Por eso la persona, es algo que se está haciendo siempre, evitando por igual el doble escollo de la simple individualidad psicofísica y de la pura espiritualidad.

El gato el día de hoy ha pasado de que llenen su tazón, teme que pequeños seres humanos sean arrojados a su tazón y estén obligados a ser personas que sirven de alimento a un gato poderosamente divino, la mujer lo tranquiliza y le sirve doctrina jurídica regalo de Boecio, la araña sigue arrojada a un reloj, en tanto el escarabajo decide no volar aunque sea antes del atardecer y la mujer encuentra en las mujeres del alba un pretexto para hurgar en un pasado guerrillero… por lo que instalada en el diván anaranjado se sumerge en ellas…

1 comentario:

  1. El gato se equivoca. El cerdo metafísico no está acompañado de personas, sino de seres faéricos. :)

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