viernes, 5 de agosto de 2011

Bellas Divagaciones.




De: Laura Martínez Domínguez

En el jardín pasa algo poco común, los pájaros que viven en el naranjo milenario, guardan silencio, lo cual es poco usual dado que suelen desayunar y tomar el té platicando acaloradamente, sin embargo, en esta ocasión están atentos a la conversación que sostienen dos filósofos.

Hipias y Sócrates están sentados en las sillas del jardín y discuten acerca de la naturaleza de lo bello (de la belleza) y acerca de las posiciones fundamentales que pueden adoptarse con respecto a tal naturaleza; Sócrates mantiene la actitud racionalista y absolutista; Hipias, la actitud empirista y relativista.

Hipias responde mediante definiciones ostensivas: señalando qué cosas son, a su entender, bellas. La belleza se reduce, pues, a lo que es bello.

A ello responde Sócrates que hay otras cosas bellas; además, hay diversas realidades no sensibles que pueden ser calificadas de bellas.

En ese momento el gato sale al jardín y los pájaros le comunican que la discusión tiene más minutos de los que el reloj ha marcado en días, por lo que el gato se encarama en la mesa que los separa, porque además ha despertado su interés el hecho de que estén comiendo bergamotas, y piensa en que quizá podrá convencerlos de que le compartan.

Los filósofos lo ignoran y continúan con la discusión, y las respuestas dadas por Hipias son, en efecto, de la siguiente índole: lo bello es el oro; lo bello es lo que conviene; lo bello es lo que aparece bello; lo bello es lo útil; lo bello es lo ventajoso; lo bello es lo grato...Sócrates no puede aceptar ninguna de ellas.

Hipias dice que lo bello es lo que parece bello, porque para él el ser y la apariencia son la misma cosa. Pero Sócrates mantiene que si tal equiparación podría ser aceptada para el reino de lo sensible, no es admisible en el reino de lo no sensible: una institución puede parecer bella y no serlo.

La mujer sentada en el diván está observando la discusión por la ventana, tratando de no perder detalle, incluso ve el intento fallido del gato por comer, una vez más, bergamotas.

El reloj marca un minuto que hace añorar un péndulo perdido, la araña salta al número 8 al parecer la belleza amerita un poco de infinito, toma a la manecilla chica y se da cuenta de que por el infinito puede encontrar la salida… el reloj hace girar la manecilla grande y atrapa a la araña entre las dos manecillas, el escarabajo epistemológico los observa y trata de unirse el juego; ahora dos escarabajos están en la caratula del reloj…

La mujer no abandona el diván anaranjado, sabe que pronto aparecerán más filósofos, la discusión en el jardín ha terminado, ninguno cedió en su postura, pero ambos decidieron salir a tomar algo.

Llega Platón, se sienta junto a la mujer y le ofrece el contenido de un bote metálico, podrían ser cualquier cosa, por lo que la mujer declina la oferta y Platón le dice que él mantiene que lo bello es lo que hace que haya cosas bellas. Lo bello es, así, independiente en principio de la apariencia de lo bello: es una idea, análoga a las ideas de ser, de verdad y de bondad.

La mujer lo escucha y piensa en la belleza, busca al libro rosado y con él aparecen algunos filósofos en tropel, sin importarles de que época provengan y lentamente aparecen con grandes sombreros… la mujer observa que primero entra en escena, casi teatral, Diderot diciendo que la belleza es el resultado de una percepción de relaciones varias adecuadas a los objetos.

E. Burke; trae un sombrero de varias plumas y dice que la belleza es un instinto social; lo sigue Hutcheson con uno verde y dice que la belleza es una realidad perceptible mediante un sentido especial que no exige razonamiento o explicación; llega Kant sin sombrero, afirmando que la idea es ridícula y dice que lo bello es lo que agrada universalmente y sin necesidad de concepto: finalidad sin fin… llega Schopenhauer, observa a Kant y le reclama su falta de sombrero y acto seguido dice que la belleza es el reconocimiento de lo general en lo particular la belleza es la unidad en la variedad, Kant le dice que a él le sientan fatal los sombreros, Schopenhauer trata de replicarle, pero en ese momento llega V. Cousin, con un sombrero llamativamente amarillo diciendo que lo bello es uno de los principios espirituales superiores…

Llega Hartmann y al ver al filósofos con sendos sombreros le pregunta a la mujer qué está pasando, a lo que la mujer responde con un encogimiento de hombros, después de todo cómo saber lo que pasa por la cabeza de los filósofos… Hartmann le da la razón y le dice que la Belleza es, a su entender, un valor estético que posee todas las características de los valores, más algunas de índole más específica.

Los filósofos con sombreros en mano salen en el mismo orden en el que entraron, Hartmann, también los sigue y le pregunta a V. Cousin dónde compró su sombrero, la mujer ríe ante la escena, solo espera que a los próximos filósofos no les dé por usar mallas de licra… el gato llega del jardín y anuncia que Hipias y Sócrates se han ido y se han llevado todas las bergamotas consigo, negándose a compartirlas con él, el reloj ha liberado a la araña y los escarabajos han volado sin saber con exactitud la hora en la que debían partir… la mujer piensa en la belleza, y el recuerdo de una mirada del personaje de las partículas elementales, dirigida solo ella, la hace pensar en una gran analogía.

La mujer escucha como se cierra la puerta y sin abandonar el diván se sumerge en los diálogos de un poeta y sus demonios.

2 comentarios:

  1. Que complejo es definir belleza. Cada cultura tiene sus parámetros, además está íntimamente relacionada con la estética, la armonía, el equilibrio. No podríamos aislarla de éstas.

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  2. El tema es fausticamente abordado con una taza humeante de oscuro café, mientras la sensual música inunda el profundo ambiente
    ¿Quien, en éstas condiciones, no recordaría un pacto firmado con una gota de su propia sangre?
    ¿Acaso la belleza no triunfa sobre la ira?

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