martes, 10 de enero de 2012

Ocasionalismo y Divagaciones.






De: Laura Martínez Domínguez.


El reloj marca un minuto tardío, de aquellos que nos dicen que no queremos despertar y sin embargo, nos vemos obligados a hacerlo.

El gato se estira perezosamente y corre hacia la cocina esperando que su tazón este lleno de neoplatónicos en cubitos… pero al llegar a la cocina descubre que está vacío, por lo que corre hacia la habitación de la mujer.

La araña no ha podido dormir, una idea ronda con una velocidad impresionante dentro del reloj, lo que hace imposible conciliar el sueño.

En tanto que la mujer ha escapado desde temprano al diván anaranjado, encontrando en él al libro rosado, quien al parecer trata de dialogar afirmando que considerar que debe de haber alguna substancia que sea a la vez pensante y extensa.

Aparece Descartes con esta idea al modificar o hasta contradecir su tesis de que la substancia pensante se define por no ser extensa y la substancia extensa se define por no ser pensante, mediante la hipótesis de que el alma tiene su sede en la glándula pineal. La mujer se pregunta seriamente de qué hablaran.

El reloj les marca un segundo desesperado y llega Spinoza con la siguiente solución: Considerar que la substancia pensante y la substancia extensa no son más que dos atributos de la única substancia real: Dios. Ni a Descartes ni a la mujer los convence, además la mujer aun conserva la interrogante de saber de qué trata. Para el caso llegan Leibniz y L. de Forge, quienes dicen que se deben de admitir que las substancias pensante y extensa han sido previamente ajustadas de tal modo por Dios, que pueden compararse a dos relojes que marchan sincrónicamente, no por ninguna substancia interpuesta, ni por azar, ni por ser dos aspectos de un mismo reloj, sino por una armonía pre-establecida.

El escarabajo llega y con él la solución ocasionalista que dice que se debe de considerar que cada vez que se produce un movimiento en el alma, Dios interviene para producir un correspondiente movimiento en el cuerpo y viceversa. En este punto la mujer se empieza a preocupar, el hecho de que intervenga el personaje de ciencia ficción más famoso del mundo, siempre le causa conflicto.

Pero el libro rosado le dice que el problema planteado por Descartes suscitó también cuestiones análogas a las que llevaron a Hume a su crítica del concepto de causa. Sin embargo, a diferencia de Hume, quien por cierto dijo que solo podrá quedarse un segundo, y de los llamados precursores de Hume al respecto: Algazel y Nicolás de Autrecourt, los ocasionalistas centraron principalmente su problema sobre la relación alma-cuerpo.

La mujer le afirma al libro rosado que eso no disipa su preocupación. El gato salta al diván exigiendo un llenado de tazón hasta los bordes y la mujer accede a fin de entretener al gato.

Camino a la cocina encuentran a Ludwig Stein, quien dice que hay dos fases en la formación del ocasionalismo moderno. Por un lado, una fase (representada por Louis de la Forge), que se atiene al planteamiento del problema por Descartes y que puede considerarse como una simple consecuencia o corolario del cartesianismo. La tesis de de la Forge es menos radical que la de otros ocasionalistas y, en ciertos respectos, se parece a la de Leibniz. Por otro lado, una fase (representada por Courdemoy y los demás ocasionalistas mencionados) que va más allá de la Forge y sostiene que hay una intervención continua de Dios.

La mujer se percata que en esta ocasión los filósofos no se irán rápidamente, sino que se instalaran en su cocina hasta que logren dar una respuesta coherente a la idea de Descartes, por lo que descubre que tiene ocasionalistas fermentados en la alacena, así que llena el tazón del gato hasta el borde, dado que los ocasionalistas en sentido estricto habían solucionado el problema de la libertad indicando que ésta consiste en el consentimiento que el ser humano otorga (o que puede rechazar) a la intervención divina. El gato los come con más curiosidad que apetito.

La araña ha atrapado a la idea que al igual que ella deambula dentro del reloj, tratando de interrogarla para saber por dónde ha entrado, la idea se ha quedado francamente muda, además llega Malebranche quien había sido al respecto muy explícito. También Geulincx quien había sostenido una teoría semejante. Esto llevó a ambos a considerar los afectos concomitantes del ánimo como el fundamento de la ética. La mujer los escucha pero aun no sabe de qué hablan.

El reloj riñe a la araña y por supuesto a la idea deambulante, amenazándolas con suspenderse si no son capaces de estar quietas, a lo cual hacen caso omiso por lo que el reloj se suspende justo en el segundo en el que llegan los estoicos para quienes la libertad es la conciencia de la necesidad. Ello significa que el "tono" del alma es lo que permite a un hombre decirse a sí mismo si es libre o no. La mujer ríe al pensar que los filósofos se han contagiado del reloj y ahora aparecen en tiempos incorrectos diciendo cosas que nadie encuentra relacionadas. Los estoicos abandonan la casa.

En su lugar llega San Bernardo de Clairvaux quien había ya distinguido entre tres aspectos de la libertad: la libertad plena (poseída por Cristo), la libertad atenuada (o aceptación de la gracia divina) y la libertad nula (o libertad frente al pecado). La mujer se disculpa con los estoicos pero se da cuenta de que además de que ya se han ido, las cosas se empiezan a poner sagradas, los santos empezaran a aparecer de un momento a otro.

Un segundo pasado marcado por un reloj que ha perdido la cordura, hace que el libro rosado diga que el propio concepto de causa ocasional, tan fundamental para los ocasionalistas estrictos, tuvo un largo desarrollo histórico. Como indica Cicerón, quien llega a arrastrando sin razón aparente a Crisipo quien había distinguido ya entre causas principales y perfectas (causae principales et perfectae), y causas cooperantes (causae adjuvantes). Esta distinción fue mantenida por varios filósofos árabes (Avicena) y judíos (Yehudá ha-Leví), siendo aceptada por algunos filósofos escolásticos por ejemplo, Santo Tomás. A base de ello se formó el concepto de causa ocasional o aquella especie de causa que, aun siendo de carácter imperfecto, no es siempre indirecta o por accidente. Esta causa era definida, pues, como la que suprime el obstáculo con el fin de producir un cierto efecto o —especialmente en sentido moral— como aquello que se produce involuntariamente, sea por acción o por omisión.

La mujer se pregunta cómo es que el ocasionalismo se filtro por las ventanas de su casa causando un revuelo inesperado, en donde toda la casa esperaba entenderlo, ella debe de reconocer que su curiosidad se disipó cuando aparecieron los santos, eso de relacionar la libertad con la divinidad o el cuerpo como la morada del espíritu divino, no termina por convencerle… el gato se ríe de ella y le dice que la atusa el escepticismo.

Así, la mujer abandona el diván anaranjado y se dispone a pasar la mañana envuelta en el disfraz de la profesión aprendida de memoria hasta que llegue el personaje aquel salido de sus sueños diciendo que la vida debe saberle a goma.

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