jueves, 30 de junio de 2011

Divagaciones Iluminadas





De: Laura Martínez Domínguez.

Esta mañana el diván anaranjado tiene una extraña luz sobre él; el gato se ha percatado de ello, por lo que corre a despertar a la mujer.

El reloj marca un minuto lleno de desvelo y de horas transcurridas, en tanto la araña ha encontrado el cadáver de un himenóptero, la araña lo mira desconsolada pensando que ella morirá atrapada en el reloj… la llegada de San Agustín la distrae del su supuesto trágico fin, dado que considera que lo que hace posible la percepción de lo inteligible no es la reminiscencia de un mundo de las ideas, sino la irradiación divina de lo inteligible. En suma, hay una "luz eterna de la razón", lumen rationis aeterna, que procede de Dios y gracias a la cual hay conocimiento de la verdad.

La mujer trata de entenderlo, el gato habló algo acerca de una luz extraña en el diván, pero es difícil tomar en serio a un gato que ha decidido usar chaleco y comer bergamotas de cuando en cuando; por lo que acude al diván a constatar el dicho del gato… cierto, el diván está iluminado de manera particular, además el libro rosado ha aparecido luego de haberse extraviado una semana completa dentro de una iluminación carente de divinidad.

El escarabajo está francamente agotado, durante la semana, tuvo que escapar varias veces del pico de un cuervo medieval instalado en el jardín, y ataviado de una bufanda… por lo mismo ha trasladado sus ocho patas al dintel de la ventana y vuela justo antes de que anochezca.

La mujer regresa al diván, el libro rosado le dice que si se admite que por medio de la iluminación el alma puede contemplar a Dios directamente, se obtiene una conclusión "ontologista", la mujer no sabe a qué se refiere, por lo algunos filósofos modernos en pleno desarrollo de conclusiones aparecen y la mujer observa como Rosmini y Gioberti, toman asiento lentamente en los sillones de la sala.

El libro rosado continua diciendo que si se admite que por medio de la iluminación se tiene un conocimiento directo del contenido de las verdades inteligibles, se obtiene una conclusión similar a la que Malebranche y a la de los autores que proclamaron que "lo vemos todo en Dios", entran diciendo casi a gritos; sin embargo, al ver que es innecesario tal volumen, callan de tajo y toman asiento; así, continua el libro rosado afirmando que si se prescinde totalmente de este conocimiento, el saber inteligible se separa completamente del sensible tal como sucede con Gregorio de Rimini, quien entra a la sala arrastrado por el gato, quien salió al jardín en busca del cuervo medieval y solo encontró al filósofo, por lo que decidió arrastrarlo hasta la sala.

Aparece una vez más San Agustín quien al parecer solo fue un momento a la cocina y afirma que la iluminación hace posible llevar lo sensible hacia lo inteligible, en cuanto San Agustín termina de decirlo aparece Santo Tomás diciendo que su concepción consiste esencialmente en suponer que hay un entendimiento activo que ilumina la esencia de lo sensible y la hace inteligible al entendimiento pasivo. El conocimiento se obtiene, pues, mediante "abstracción" de los inteligibles en las cosas sensibles.

El libro rosado le puntualiza a la mujer que mientras Santo Tomás se interesa por averiguar el modo como se forman los conceptos, San Agustín se interesa por descubrir el modo como se obtiene, y "percibe", la verdad, o las verdades, inteligibles.

De pronto el reloj empieza a marcar minutos tan desesperados que la araña teme una franca descompostura, en tanto el diván anaranjado resplandece de tal manera que la mujer imagina una combustión espontánea, además los filósofos instalados en los sillones de la sala discuten acaloradamente… la desesperación del reloj redundó en la época medieval desde donde vienen un cuervo con bufanda y Mateo de Aquasparta, Juan Pecham, Enrique de Gante, filósofos que al parecer gustan del té sumamente caliente, dado que todos llegaron con sus respectivas tazas.

El gato se percata que los filósofos han estado hablando de la iluminación divina, y encaramado en el diván se pregunta por qué no lo adorarán a él, dado que es poderosamente divino… la mujer trata de no herir los sentimientos del gato el comentario que merece… la araña si irrumpe a reír a carcajadas y el reloj celebra las elucubraciones del gato con minutos efímeros y absurdos.

En ese momento entra San Buenaventura quien estima que se alcanza un conocimiento de los primeros principios (tanto de la realidad natural como de la conducta humana) por medio de una abstracción semejante a la aristotélica, de modo que tales principios no se hallan ya desde el comienzo "infusos" en el alma, por otro lado destaca la importancia de la iluminación divina en lo que toca al conocimiento de las verdades eternas y del reconocimiento de estas verdades como tales.

La mujer se instala en el diván anaranjado, piensa en la iluminación y su falta de fe la hace discrepar severamente cuando afirman que solo en Dios se conoce a la verdad… ella ciertamente no conoce a Dios y dicen que siempre está muy ocupado no existiendo, así que la iluminación le fue ajena, tanto que los filósofos abandonan la casa rápidamente al darse cuenta que sus palabras tienen un eco descompuesto y que en el único que lograron tenerlo fue en un gato que se cree poderosamente divino.

El gato hace caso omiso de las palabras de los filósofos y pide una porción grande de filosofía romántica en su tazón, la araña ha olvidado el cadáver del himenóptero y reanuda la eterna búsqueda: encontrar la salida, el reloj marca un segundo pausado; en el jardín se oye una pelea: el escarabajo tiene que escapar de nuevo del pico del cuervo medieval y la mujer abandona el diván para reunirse con una Palomilla Apocatastasica.

1 comentario:

  1. Tan sólo una tenue luz basta para iluminar no sólo el conocimiento inteligible sino también unas miradas inmersas en una oscura penumbra donde el conocimiento sensible se adquiere y se dimensiona en momentos muy muy pausados.

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