martes, 5 de abril de 2011

Divagaciones Irracionales



De: Laura Martínez Domínguez

La mujer se sienta en el diván anaranjado, consulta al reloj y este marca un minuto particularmente desesperado, por lo que la araña corre al número 10 solo para sentir la perfección pitagórica… la mujer toma al libro rosado, hurga entre sus páginas, la palabra irracional se le enreda entre los dedos…El gato aparece, por lo que la mujer adivina, viene del jardín, quizá salió a buscar a un filósofo.

El libro rosado le dice que suele definirse 'irracional' como algo que no es racional, es decir, como algo que es ajeno a la razón. El reloj ríe y marca el minuto menos racional que tiene a la mano, el del desquicie que repite la historia una y otra vez.

La mujer continúa leyendo y descubre que se puede llamar "arracional" a lo que es simplemente ajeno a la razón; antirracional a lo que es contrario a la razón y suprarracional, a lo que es superior a la razón o está más allá de la razón.

La mujer piensa en lo irracional y recuerda que una Palomilla Apocatastasica, le ha regalado la imagen de un hombre que camina entre las pinceladas de Van Gogh, se pregunta si a eso se le llamará irracional… el gato ha encontrado a Rudolf Otto quien señala que la busca de lo irracional en la época actual se ha convertido casi en un deporte, y que se busca lo irracional dondequiera sin ocuparse de precisar si lo hay efectivamente, o, en caso de haberlo, en qué consiste.

La mujer mira como el gato se divierte con el filósofo, quizá le pareció excesiva su irreverencia, quizá buscar aquello que es irracional no es tan antirracional como parece. El reloj marca un minuto ajeno a la exactitud, y la araña se pregunta si su vida es irracional o simplemente arracional.

Al parecer en la cocina se han congregado varias corrientes, todas convocadas por J. Salamucha quien ha indicado que hay en tal filosofía dos aspectos, irracionalistas distintas entre sí, aunque probablemente relacionados en algunos de sus representantes.

La cocina se empieza a poblar, y haciendo caso omiso, el filósofo dice que por un lado, tenemos el "irracionalismo ontológico", según el cual la realidad misma (el "ser mismo") es irracional, y ello de tal suerte que su irracionalidad se manifiesta en que es contradictoria consigo misma. El escarabajo despierta de su letargo, y se da cuenta de que podría ser también ontológicamente irracional… la idea no le seduce del todo y sigue en su empeño de ser epistemológico.

J. Salamucha empieza a nombrar a aquellos representantes que le dan la razón de este irracionalismo ontológico, por lo que aparecen J. Volkelt con su irracionalismo metafísico, el gato corre en busca del cerdo… G. Simmel y el irracionalismo vitalista y Theodor Lessing y L. Klages por el irracionalismo antropológico. La mujer se pregunta quienes son, pero el filósofo continua implacable y dice que por otro lado, tenemos el "irracionalismo noético", según el cual hay inconmensurabilidad entre el conocimiento (o los medios de conocimiento) y la realidad, o cuando menos una parte de la realidad.
Por lo que representantes de este irracionalismo noético aparecen, en orden casi alfabético: H. Vaihinger, É. Meyerson y Nicolai Hartmann.

El gato se pregunta porque nadie habrá llenado su tazón, quizá el irracionalismo no tenga ninguna presentación, quizá no sea comestible… el gato corre en busca de la mujer quien le dice que aun no encuentra algo tan irracional como para que venga en cajas, sin embargo, ha encontrado cucharadas de cultura dionisiaca, el gato no puede esperar para probarlas.

La mujer deja al gato y escucha que en la sala alguien busca entre los estantes, encuentra a Cleto Carbonara y este le señala que hay tres tipos de irracionalismo de acuerdo con la "potencia" que se subraya en cada caso: el voluntarismo, el intuicionismo y el asociacionismo.

La araña deja la perfección pitagórica y grita porque R. Müller-Freienfels ha tomado por asalto al segundero y dice que el irracionalismo significa que "no solamente hay que considerar como válido el pensamiento irracional, sino asimismo todas las posibilidades cognoscitivas en su significación… en ese momento la araña piensa que ella podría tener esa vida irracional que pensó que tenía unos minutos atrás… el reloj le marca un minuto lleno de pasado, la araña no logra discernir entre los tiempos.

La mujer los mira, sabe que tratar de interferir entre sus dilemas es un tanto cuanto falto de razón, tanto como esconder a Dilthey y Bergson, antes de que el gato los encuentre y empiece a atusarlos, pero ellos le dicen que el irracionalismo en cuestión es el que ha sido propugnado, o cuando menos elaborado, por ellos, con su interés por los métodos de la intuición y de la comprensión. La mujer no alcanza a entender lo que tratan de decirle, quizá omitió algo con la prisa de ver al gato acercándose, por lo que los deja.

Se sienta en el diván y Ortega y Gasset, comparte con ella una barra de chocolate mientras le dice que hay una especie de "crecimiento de la irracionalidad" desde la lógica y la matemática —que tampoco son, por lo demás, completamente "racionales", ya que se descubren en ellas irracionalidades"— hasta el conocimiento de "lo real". La mujer piensa que si Ortega y Gasset esta en lo cierto entonces ya no hay nada salvable de la irracionalidad.

Llega N. Hartmann, y le dice que se ha confundido entre lo irracional y lo alógico, olvidándose con ello las diferencias fundamentales entre varios tipos de irracionalidad. Lo cierto es que estas palabras no consuelan a la mujer, la irracionalidad hoy se le enredó en los dedos, el libro rosado trató de darle una respuesta, pero quizá estaba demasiado provista de razón como para darle una respuesta real… el gato se encarama en el diván, la araña busca la salida para esta vida suya tan irracional y la mujer escucha como el reloj marca un minuto cualquiera.

2 comentarios:

  1. ¡Caramba! una PApocatastásica entra en lo irracional... y está antes de Rudolf Otto.

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  2. Después de caminar en las pinceladas de Vangogh no era para menos,

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