lunes, 26 de septiembre de 2011

Divagaciones e ímpetu.



De: Laura Martínez Domínguez

La mujer siente el cansancio pegado a los huesos, al despertar ha tenido que repetirse más de una vez que ama esta profesión aprendida de memoria; y el personaje de las partículas elementales le dice que tienen una cotidianidad girante entre el anhelo y la ausencia de tiempo.

El reloj avanza más lento que de costumbre, marca minutos rodeado de montañas, y dado que ha perdido a su pajarito simpatiquísimo ahora marca los minutos cual si fueran horas y a las horas cual semanas vertiginosas.

La araña se despertó con la certeza de querer abandonar en ese mismo instante su encierro, su estadía obligada entre las manecillas de un reloj… en tanto el escarabajo vuela de un lado a otro de la habitación esperando que sea antes del atardecer y emprender el vuelo.

La mujer se instala en el diván anaranjado, una idea recurrente en su cabeza ha ocasionado que guarde silencio, sabe que necesita deshacerse de ella, sin embargo, sabe que falta poco para el fatídico aniversario, así que con calma acude al diván…

El libro rosado le dice que la noción en cuestión apareció ante todo como un modo de explicar el movimiento de un proyectil, es decir, uno de los llamados por Aristóteles "movimientos violentos" a diferencia de los "movimientos naturales".

La mujer no entiende al libro rosado, se pregunta qué es aquello que se usa para explicar el movimiento de un proyectil… aparece Juan Filopón y dice que la "fuerza cinética" en cuestión es, "incorporal", la "fuerza cinética" de que habla es una "energía cinética" comparable a la que, según varios autores antiguos, emana de los objetos hacia el ojo que los ve, y que permite justamente al ojo verlos.

De pronto aparece el gato arrastrando primero a la antiperistasis, según la cual el aire es reemplazado por el proyectil; la suelta y toma a la que puede llamarse "simultaneista", según la cual el aire recibe el poder de ir empujando el proyectil.

La mujer no logra comprender lo que sucede dentro de su casa, algo se mueve o provoca que las cosas se muevan, entra Pedro Juan Olivi y dice que él fue el primer "representante escolástico del actual concepto de movimiento", pero lo cierto es que aunque dicho filósofo expone una de las formas de la "doctrina de la continuación del movimiento" la llamada "teoría de la indinatio", a la vez la rechaza. La mujer trata de interrogarlo, pero el filósofo escapa por la ventana de una habitación.

El reloj marca un segundo desconsolado cuando entra Guillermo de Occam, diciendo que el movimiento es, una relación y ésta se reduce a las sucesivas posiciones en el espacio del móvil, no es menester admitir una causa especial para explicar el movimiento (de acuerdo con la norma Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem; una vez más el filosofo se escapa.

El gato se encarama en el diván trayendo consigo a Francisco de Marchia, según el cual la fuerza que imprime el movimiento "imprime" a la vez una fuerza la llamada vis derelicta al proyectil, que le hace posible continuar su movimiento, Juan Buridán, pasa casualmente por ahí, y al ser atrapado por el gato dice que hay efectivamente una "fuerza impresa", y ésta es de carácter permanente, pudiendo determinarse en función de la cantidad de material del mismo.

La mujer los hace bajar de su diván anaranjado, pero el gato la ignora… la araña se cuelga del numero 12 mientras escuchan cono se abre la puerta de la cocina y entra Duhem quien estimó que la doctrina del ímpetu está muy próxima a la de la inercia, y que aquélla llevó a ésta, la inercia. La mujer por fin escucha la palabra adecuada: ímpetu.

El gato salta del diván pero es tomado en los brazos por Koyré quien ha afirmado que la doctrina del ímpetu y la de la inercia no son tan similares entre sí como pretendía Duhem, y que aunque hay en la doctrina del ímpetu mucho de "moderno", no es tan "moderna" como la de la inercia. El gato se libera francamente molesto, los filósofos deben aprender que a él no se le toma en los brazos, salvo que así dicten sus ganas.

La mujer se burla del gato y entra a la cocina donde Galileo come frituras en forma de animalitos y emplea el término impeto,y llega a la formulación de la ley de la inercia en parte por rechazo de una de las formas de la doctrina del ímpetu; la mujer trata de entenderlos, trata de saber porque el ímpetu invadió su casa sin más aviso que un movimiento, pero es interrumpida por el gato quien entra en la cocina pidiendo un llenado de tazón, la mujer busca en la alacena y lo único que encuentra son mertonianos rectangulares, quienes al servirlos se opusieron por lo general a la doctrina del ímpetu y, sin embargo, fueron en varios respectos más "modernos" que los "parisienses", especialmente en lo que toca a sus esfuerzos por "cuantificar" las nociones físicas, el gato los come con temor, no gusta de la comida rectangular.

La mujer regresa al diván anaranjado y piensa en el ímpetu, quizá lo encontró precisamente este día porque es lo que dejo perdido cuando tuvo que decir aquel fatídico adiós, quizá requiere una teoría de movimiento que active de nuevo sus ganas, su vida, su historia… el reloj le marca un minuto lleno de esperanza y la mujer trata de que se le adhiera a la piel, el gato salta al diván y le dice que los mertonianos tendrán que ser un gusto adquirido, la araña duerme y el escarabajo juega a ser un proyectil lleno de ímpetu; por lo que la mujer toma sus cosas escapando hacia esa ciudad que le hace promesas…

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