viernes, 4 de febrero de 2011

Fatalistas Divagaciones.



De: Laura Martínez Domínguez.

Italo Calvino y una taza de café le regalaron una nueva palabra: Bergamota, buscó en su refrigerador y resultó que si poseía bergamotas, el gato aparece y la nueva palabra le resulta deliciosa, se relame los bigotes llenos de migajas, pero la mujer le advierte que en definitiva las bergamotas no son aptas para los gatos… un aire de fatalismo se siente en el ambiente… al gato desparece de la cocina.

El reloj se ha repuesto de su intento mil veces fallido de suicidio, ha decidido seguir marcando horas y minutos y siglos… la araña aparece detrás de la manecilla que marca los segundos, ha estado jugando con ella desde hace algunos días; cuando el reloj la hace girar, la araña salta sobre ella… sin embargo, este día se siente algo extraño, algo fatalista, ha visto al gato salir de la cocina francamente indignado porque le han negado una bergamota.

La mujer abandona la cocina, es graciosa la actitud del gato; trae una bergamota en la mano, se sienta en el diván y la abre, abrir era la palabra que el personaje de las partículas elementales le sugirió, sin embargo, el libro rosado no dice una palabra acerca de ello, tampoco el libro de pastas duramente azules dice nada claro, habla sobre juicios, instancias y cosas juzgadas… espera no estarle dando ideas al gato y tener que abrir un juicio por no compartir bergamotas.

Sin embargo, el gato aparece con un aire fatalista y con Leibniz colgado de una oreja, quien al tratar de desenredarse distingue entre tres Ideas de fatum y, por lo tanto, entre tres ideas de fatalismo: diciendo que hay un fatum maho metanum, un fatum stoicum y un fatum christianum. Según el primero, el efecto tiene lugar aun cuando se evite la causa, como si hubiese necesidad absoluta. De acuerdo con el segundo, el hombre debe aceptar el hado por ser imposible resistir el curso de los acontecimientos. En cuanto al tercero, afirma que hay un cierto destino de cada cosa regulado por la presciencia y la providencia de Dios… la mujer mira al gato, y le dice que si le hace caso, él está destinado fatídicamente a no comer bergamotas.

La araña sigue la conversación atentamente, pero en ese momento aparece Ralph Cudworth quien se refiere a varios tipos de fatalismo, diciendo que hay el fatalismo democriteano o fatalismo ateo —llamado asimismo "fatalismo fisiológico"— y el fatalismo divino… el gato y el reloj lo miran y piensan que en realidad repite lo que dijo el anterior, el cual ha logrado desenredarse.

Un minuto más es marcado por la manecilla equivocada del reloj y cuando la araña trata de hacerle ver semejante error, Cudworth llama por teléfono diciendo que se opone a todas estas especies de fatalismo, pues aun cuando el fatalismo divino moral sea más aceptable que los demás tiene el inconveniente de que hace de Dios un ser sometido a un fatum… el gato piensa que en realidad todos lo estamos de una u otra manera… la mujer deja al gato, y piensa una vez más en el ser alado, se pregunta de dónde nacería su idea de que estábamos fatalmente asignados a un destino… la mujer debe de abandonar al ser alado, el gato al parecer no se resigna a no comer bergamotas, y ha empezado a perseguir a Nietzsche, con todo y su doctrina del amor fati —que es, por lo demás, un modo de escapar al fatum.

El gato quisiera hacer lo mismo que él, pero por lo visto la mujer no piensa darle bergamotas.

La mujer le sirve un poco filosofía en lata en su tazón, y regresa al diván, un túnel y una bergamota la esperan, en tanto que la araña retoma el juego apasionante con el segundero y el reloj cambia de manecilla cada vez que marca un minuto.

2 comentarios:

  1. Por segunda vez están parados a mitad del vestíbulo, vacío, después de que, por segunda vez, no se pudo ver una obra que por segunda vez no se presentó, en una temporada que por segunda vez no ha podido suceder, delante de esos ojos de color indefinido, porque no ha traspasado el mundo de la fatal virtualidad... si, por segunda vez;

    — Cualquiera diría que es una fatal no-representación, destinada a no suceder, "parece que el resultado es inevitable sin importar las causas".

    — No importa si por segunda vez la realidad no refleja lo que uno espera, "La fórmula para expresar la grandeza en el hombre es el Amor Fati".— opina Friedrich sin pizca de orgullo o secreto desprecio.

    —...pero quién necesita formulas para la vida? no bastante se ha dicho ya al respecto de las doctrinas, y su analoga semejanza con la comida masticada lista para tragarse?

    —"...el no-querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad..." — Continúa Nietzsche mostrando la misma afabilidad para con cualquiera, lleno de distinciones hasta para con los más humildes.

    —Estática fatalidad? fatal pasividad?— conteniendo en esa pregunta una protesta formal, y de pronto el viento arrecia, entonces maldice a ese estúpido frío que tanto detesta.

    "...No sólo soportar lo necesario, y aún menos disimularlo, sino amarlo". Concluye Friedrich.

    — Amor Fati? amor al destino? no solo atascarnos sin repelar lo que el destino, el cielo, o el Dios que cada uno prefiera, nos manda ya sea bueno o malo sino además amarlo?... suena como una buena receta para ser un buen cristiano... Lástima que "Dios ha muerto ...y nosotros lo matamos"

    Nietzsche calla, ha sido parafraseado.

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  2. La fatalidad es estar destinados a no ver la enésima representación de la obra jamás puesta en escena.
    Fatalismo es creer que dicho destino existe, como si no pudiesemos cambiar la realidad que siempre tiende a ser absurda...tanto como creer que la vida tiene que ser fatalmente drámatica.

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